Son distintas las razones por las cuales se ha comprado a Santiago y Chile, en su totalidad, con la antigua Atenas. El primero en hacer tal similitud fue el italiano Alejandro Cicarelli, en su discurso de inauguración la Academia de Pintura de Chile, en 1848, bajo la excusa de un supuesto paralelismo en las condiciones geográficas del país con la ciudad griega:
“Esta ligera ojeada me servirá para manifestar cuánto influye en el rápido desenvolvimiento de las bellas artes, un clima benigno i templado, en donde el sol, este pintor de la naturaleza, colora con sus dorados rayos duran- te la mayor parte del año, los objetos que nos rodean; habitúa nuestros ojos al dulce colorido, hace la imagina- ción viva i brillante, i la prepara para el bello ideal armonioso. Cuando examino, señores, el bello ciclo de Chile, su posición topográfica, la serenidad de su atmósfera, cuan- do veo tantas analogías con la Grecia i con la Italia, me inclino a profetizar que este hermoso país será un día la Atenas de la América del Sur”. (Cicarelli, 1849)
Tale comparaciones fueron comunes durante todo el siglo XIX permeado por ideas de progreso y civilización, vinculadas al desarrollo cultural del país suramericano. Por tal motivo, también se popularizó el epíteto de la “Atenas del Pacífico” para referirse a Santiago, como forma de enaltecer los valores culturales de la ciudad.