La conexión entre Mallorca y Grecia, en especial Atenas, aparece en comparaciones de paisaje, observaciones turísticas y evocaciones literarias. Manuel Bueno Bengoechea, en “La isla encantada. Palma de Mallorca” (ABC, 1927), destaca la semejanza entre la luz mallorquina y la del Ática, una claridad que ofrece al viajero una vivencia casi espiritual, al tiempo que señala la falta de infraestructuras modernas tanto en Grecia como en España fuera de las grandes ciudades. En el plano simbólico, Salvador Rueda, en su poema “La emigración de los dioses”, convierte a Palma en morada de divinidades griegas, otorgándole un aire helénico y sagrado. Así, Mallorca se perfila como una «nueva Grecia», heredera de su belleza natural, su tradición cultural y su fuerza inspiradora.