María de Zayas y Sotomayor en el catálogo de la biblioteca.

Aunque cultivó la poesía y nos ha quedado una comedia suya, La traición en la amistad, María de Zayas es conocida y valorada por sus dos colecciones de novelas, Novelas amorosas y ejemplares y Desengaños amorosos, concebidas como dos partes de una misma obra, Sarao y entretenimiento honesto. Aunque en el título aparezca la palabra novelas, no lo son en su sentido actual, sino en el que se le daba en su época, cuando se denominaba así a las narraciones cortas, cuyo antecedente más admirado sería el de las Novelas ejemplares de Cervantes, título que se repite en la primera colección de María, seguramente por razones comerciales. Se trata de novelas amorosas (que la autora llama maravillas y desengaños), en las que podemos ver diferentes características de la narrativa de la época: el énfasis en la acción, el uso del diálogo, la esquematización de los personajes, etc.

Por otro lado, no hay una unidad de estilo en cada historia, ya que podemos encontrar en ellas novelas bizantinas, pastoriles e incluso picaresca. Esta heterogeneidad se justifica porque en realidad se trata de historias que narran los personajes de este Sarao. Estos se reúnen en casa de Lisis, en una Navidad, en la primera colección y en el Carnaval en la segunda, y cuentan estas narraciones para entretenerse. Se trata de un recurso que ya había utilizado Boccaccio en el Decamerón. La originalidad de estas novelas, es que en este caso, se crea una trama paralela que tiene tanta importancia como las de las distintas narraciones. Otra de las características destacables de esta obra es que en su mayoría carecen de final feliz. Aunque el título de Desengaños ya nos da una pista, no deja de ser bastante inaudito para la época.

La obra de María de Zayas ha despertado nuestro interés por su tratamiento de los personajes femeninos y su defensa explícita de la capacidad intelectual de estos. Sus mujeres protagonistas pueden ser engañadas en el amor, pero son ellas mismas las que defienden su honor, sin esperar a que lo hagan sus padres o hermanos.

Su visión del amor es pesimista, ya que lo concibe como algo pasional, prácticamente irresistible y con distintos efectos en hombres y mujeres: en los primeros, la satisfacción de la pasión lleva al desinterés y al abandono de sus amantes y en las segundas, normalmente conduce al desengaño, al suicidio, al adulterio o al convento. Es interesante asimismo que estas protagonistas sean sujetos activos y deseantes y que procuren la satisfacción de sus deseos, aunque siempre después de haber obtenido la promesa del matrimonio. Encontramos además en La traición de la amistad, a un personaje como el de Fenisa, que va acumulando amantes como una especie de Don Juan femenino, sin importarle que estos sean pretendidos por sus amigas. La traición a la que se refiere el título de la comedia es a esa complicidad femenina que Fenisa ignora y que finalmente la derrota, dejándola sin amistades y sin amor.

En cuanto a su confianza en la capacidad de las mujeres, se expone perfectamente en su prólogo a la edición de las novelas:

[...] si es una misma la sangre, los sentidos, las potencias, y los órganos por donde se obran sus efetos son unos mismos, la misma alma que ellos (porque las almas ni son hombres, ni mujeres), ¿qué razón hay para que ellos sean sabios y presuman que nosotras no podemos serlo? Esto no tiene, a mi parecer, más respuesta que su impiedad o tiranía en encerrarnos y no darnos maestros, y así, la verdadera causa de no ser las mujeres doctas no es defeto del caudal, sino falta de la aplicación, porque si en nuestra crianza, como nos ponen el cambray en las almohadillas y los dibujos en el bastidor, nos dieran libros y preceptores,fuéramos tan aptas para los puestos y para las cátedras como los hombres