Indica Corzo que la situación de las cuatro lápidas inscritas se puede restituir con bastante certeza. Las tres primeras aparecieron in situ, formando un pequeño rellano pavimentado entre el escalón de mármol y el siguiente. Formaban un conjunto de seis piezas. La primera de las descritas ocupaba el lugar central inmediato al escalón de mármol y tenía a ambos lados las placas sin inscripción. Las placas descritas en segundo y tercer lugar componían una segunda línea, pero entre ellas se observa un asiento rectangular de mortero, sobre el que hubo de estar colocada otra de las placas, sin duda, la cuarta, pues apareció movida y rota delante del mencionado escalón. Se trataría, en consecuencia, de un depó- sito votivo completo y acabado ante la entrada del iseo. Dada la posición central de la lápida correspondiente a Marcia Voluptas, podríamos suponer que ella es la artífice principal de esta ofrenda. Al tratarse de lápidas pavimentales, hay que admitir su carácter conjunto, de modo que podríamos estar ante la donación del propio templo, cuya construcción habría sido un mandato divino (ex iussu en la inscripción de Voluptas; imperio Iunoni, en la de Privata), costeado por los dedicantes: Marcia Voluptas, Soter, Iunia Cerasa y Privata. Para todos ellos se trata de un uotum, excepto para Privata, que hace un donum, curiosamente esta última manifiesta su acción por imperativo de la diosa Juno, con la que a veces se indentifica Isis (Bricault, RICIS, 501/0128; 509/0101). Aparentemente, Voluptas se presenta descalza ante su Señora Isis, para acceder al santuario: su lápida es la única que difiere de las restantes por su estilo. Que corresponda a ella el retrato de la supuesta sacerdotisa que se menciona más abajo es totalmente hipotético. En cambio las lápidas de Soter, el único varón, y Cerasa son muy homogéneas y se sitúan a ambos lados de la de Privata. Soter aparenta esperar ante la entrada del iseo. Cerasa sale, como si ya hubiera experimentado el contacto místico con su Señorita Bubastis. Entre las de Soter y Cerasa, se encuentra la lápida de Privata, que aparentemente va y viene -si estuviera representado su pie izquierdo-, o bien se encuentra ante la presencia divina que espera a su seguidora a la puerta del templo, como es habitual, con un pie adelantado. Privata podría tener su rodilla izquierda hincada en el suelo ante la diosa, como supongo que ocurre en el último testimonio de Panóias (C198), según he anticipado en nota. Por otra parte, Corzo supone que los cuatro cognomina de estas placas son consecuencia de un cambio voluntario de nombre, de modo que las seguidoras de Isis adoptarían un nuevo nombre tras su iniciación para dar testimonio de su nueva opción religiosa (2). Estaríamos ante un caso análogo al de cognomina como Pelagia/Pelagius o Isias (C092, C098, C111, C114, C176 y C185 de este catálogo). Si los nombres teóforos generan serias dudas para su aceptación como documentos religiosos, la pretensión de que estos cognomina italicenses sean metáforas de las creencias personales de sus portadoras resulta bastante inverosímil. El procedimiento seguido para «descifrar» su valor simbólico no deriva de claves proporcionadas por la documentación contemporánea, sino que es una construcción analógica sin testimonios en los que se pueda contrastar (3).