Parece tratarse de una importación siciliota, por los paralelos allí encontrados (1), o incluso más lejana. Isis va tocada con media luna, disco, dos plumas y dos pequeños cuernos de vaca. La calidad de la pieza hace sugerir a los autores un largo período de uso, entre finales del siglo III y mediados del II a.C., cuando se produciría su última rotura. Su valor como testimonio de culto es dudoso puesto que aparece en un contexto indígena. No parece que el yacimiento, a pesar de su capacidad para importar cerámicas de calidad, sea un centro cosmopolita en el que hayan arraigado comerciantes procedentes de distintos lugares capaces de promocionar sus creencias en el entorno autóctono. Más bien da la impresión de que la presencia de esta copa en su contexto es más consecuencia del prestigio y calidad que de su simbolismo religioso. El caso no es en absoluto parangonable a los de Carthago Nova (C162) o Emporiae (C133).