Boletín de la Institución Libre de Enseñanza
Descripción
El BILE no fue en estricto una revista jurídica, pero la calidad de sus contenidos jurídicos lo sitúan como una de más relevantes publicaciones periódicas españolas de los siglos XIX y XX. Los orígenes, gestación y relevancia de la Institución Libre de Enseñanza para la vida intelectual española es una historia bien estudiada. Lo es también respecto de su producto editorial estrella como el Boletín de la Institución (más conocido como BILE). Es más: a nivel de estudios bibliográficos el BILE es de las pocas publicaciones periódicas de las que podemos disfrutar repertorios e índices correctamente ordenados y que facilitan mucho su estudio (desde luego, los hemos revisado, pero nada sustituye la propia revisión directa en papel). De hecho, el BILE fue muchas cosas al mismo tiempo: todos los saberes, tribunas abiertas, y bastante calidad académica (algo...
Título
Boletín de la Institución Libre de Enseñanza
Fecha de inicio
1877
Fecha de cese
1936
Localidad de publicación
Madrid
País
España
Tipografía
Imprenta de T. Fortantet, a partir de 1899 el impresor fue Imprenta y fotograbado de Enrique Rojas, a partir de 1901 Imprenta de Ricardo F. de Rojas, a partir de 1916 Imprenta de Julio Cosano, sucesor de Ricardo Rojas.
Periodicidad
Quincenal entre 1877-1893 y mensual entre 1894-1936
Director
Francisco Giner de los Ríos (1877-1881 y 1890-1904), Joaquín Costa (1881-1884), José de Caso y Blanco (1884-1889), Ricardo Rubio (1904-1910 y 1917-1934), Adolfo Posada (1910-1917), Ángel do Rego Rodríguez como administrador en funciones (1914 y 1936), José Ontañón y Valiente (1934-1936)
Colaboradores
Cientos de colaboradores de alto nivel y en casi todas las disciplinas del conocimiento. Entre los escritores jurídicos colaboraron: Laureano Figuerola, Gumersindo de Azcárate, Antonio Atienza, Justo Pelayo Cuesta, Germán Gamazo, Rafael de Labra, Manuel Poley, Eugenio Montero Ríos, Francisco Giner de los Ríos, Eduardo Soler, Ilirio Guimerá, Enrique Ucelay, Joaquín Costa, Manuel Alonso Martínez, Gabriel Rodríguez, Alfredo Calderón Arana, Nicolás Salmerón, Luis Silvela, Julián Sanz del Río (póstumo), Segismundo Moret, Pradier Foderé, Amadeo Edmond-Blanc, Ernest Nys, José Ramón de Betancourt, Fournier de Flaix, Jerónimo Vida, Manuel Pedregal y Cañedo, Eduardo Soler, Pedro Dorado Montero, entre muchos otros.
Contenido
El BILE no fue en estricto una revista jurídica, pero la calidad de sus contenidos jurídicos lo sitúan como una de más relevantes publicaciones periódicas españolas de los siglos XIX y XX. Los orígenes, gestación y relevancia de la Institución Libre de Enseñanza para la vida intelectual española es una historia bien estudiada. Lo es también respecto de su producto editorial estrella como el Boletín de la Institución (más conocido como BILE). Es más: a nivel de estudios bibliográficos el BILE es de las pocas publicaciones periódicas de las que podemos disfrutar repertorios e índices correctamente ordenados y que facilitan mucho su estudio (desde luego, los hemos revisado, pero nada sustituye la propia revisión directa en papel). De hecho, el BILE fue muchas cosas al mismo tiempo: todos los saberes, tribunas abiertas, y bastante calidad académica (algo matizada por el formato breve del mismo que no daba lugar a extensas disertaciones). El BILE fue también, desde luego, una fuente de primer orden e interés para conocer la vida interna de la Institución por las noticias internas que publicaban sobre sus actividades, sus conferencias, así como también las muy interesantes «excursiones instructivas» con sus destinos y detalles plasmados en las crónicas publicadas.
Ubicados en el contexto de la segunda cuestión universitaria y la Restauración canovista, con nueva separación (y atropello carcelario) de Giner en 1875 y la renuncia o suspensión de otros catedráticos de Derecho, sabemos que la Institución se planteó en su primera época como un centro de enseñanzas universitarias para impartir disciplinas de Derecho (entre otras), y después de la readmisión de los profesores separados, pasó a estar más abocada a la primera y segunda enseñanza. La Institución sería una «Sociedad […] dedicada al cultivo y propagación de la ciencia en sus diversos órdenes» (artículo 1° de los Estatutos), con al principio una Escuela de Derecho.
Si nos adentramos en el BILE podemos ver en sus primeros números cuál fue la ordenación y orientaciones académicas. Sus contenidos fueron artículos, notas científicas, monografías, resúmenes de lecciones y conferencias sobre casi todas las ciencias y disciplinas. De forma semejante a la Revista de la Universidad de Madrid, desfiló la Biología, Matemática, Arte, Psicología, inter alia, haciendo gala de una amplitud de conocimientos. Quizá lo más llamativo del BILE para nosotros es que pudo conciliar dos aspectos que hasta tal momento parecían poco compatibles: la brevedad del espacio tipográfico del formato de Boletín, con la sustantividad y calidad de contenidos. En efecto, hasta tal momento el «boletín» en sentido estricto, no el de Pacheco, no pasaba de ser una aglomeración de legislación desordenada, con algún comentario o absolución de consultas casi siempre de pobreza conceptual. Pero tampoco es que hayan aspirado a otra cosa: eran materiales hechos casi para ser olvidados a las semanas de ser publicados. El BILE tuvo la virtud de aportar, en un breve espacio, textos llenos de sustancia y profundidad, a pesar de su relativa corta extensión, a los que podemos regresar hoy en día para contentarnos con su brillo y fecundidad. Se explica esto en parte cuando sabemos que muchos de estos textos tuvieron tanto un origen como un destino posible, y que no es difícil rastrear: o bien fueron extractos de obras académicas ya publicadas o fueron materiales de ensayo dispersos que después formarían parte de obras académicas más sistemáticas de los autores. En todo caso observamos de passant cómo la cultura jurídica fue variando en el camino de una mayor sofisticación y meticulosidad conceptual. También lo anterior es prueba también de que la erudición no está reñida con la brevedad, ni el formato periódico, ni que la cantidad tiene algo que ver la calidad.
El BILE apareció el 7 de marzo de 1877 y en el inicio volvió a figurar, como en la Revista de la Universidad, Nicolás Salmerón aludiendo a unos «tiempos de transición en que vivimos» donde «más nos espanta y aterra la oscuridad que aún nos rodea, que nos reanima y fortalece la claridad que de lejos presentimos»; entre la intranquilidad de la revolución y la reacción, propuso examinar los principios en la historia y «la ley á que obedecen los momentos de crisis, como el presente», presagió un destino mejor «jamás borrado por la adversidad histórica, ni aun por el propio error», y sugirió que la confianza en el futuro era revitalizante y vivificadora, porque era lo que permitía sobrellevar «las contrariedades» en la historia, era la «sávia de la vida». Es más que evidente que el BILE nació en circunstancias difíciles, y que por eso Salmerón abogaba por una Necesidad de reconocer Ley en la Historia, a modo de ánimo para la empresa que empezaba.
Dejando de lado las descripciones generales del BILE por ser inoficiosas (y ya realizado por la literatura especializada), vamos a lo que nos interesa: sus contenidos jurídicos. En tal sentido, una de las mayores virtudes del BILE fue que sus textos más que disertaciones extensas sobre una disciplina, son resúmenes o «extractos» de las mismas. Esto es, unos programas de actividades y enseñanzas que se concebían emprender. La limitación del espacio del formato de Boletín, en un sentido más actual –como publicación breve- al de tal época, imponía aquél esfuerzo de síntesis. Uno de los aspectos que más nos interesa es cómo la actividad docente en la ILE quedaba plasmada en el BILE mediante la forma de «Resúmenes de Enseñanzas».
Desde el comienzo de la publicación, el BILE reprodujo en la cabecera de sus portadas el (acaso legendario) artículo 15° de los Estatutos la ILE, que sintetiza el espíritu de la Institución y su concepción de la actividad científica. «La Institución libre de Enseñanza es completamente ajena á todo espíritu é interés de comunion religiosa, escuela filosófica ó partido político; proclamando tan solo el principio de la libertad é inviolabilidad de la ciencia, y de la consiguiente independencia de su indagación y exposición respecto de cualquiera otra autoridad que la de la propia conciencia del Profesor, único responsable de sus doctrinas». Independencia, libertad académica, libertad de conciencia y creación, responsabilidad del científico fueron pues las consignas que se intentaron poner en marcha.
A fines de 1881, el BILE había clarificado su misión. Sería una «Revista de cultura general, que popularice, por medio de extractos tomados de las publicaciones especiales, los últimos resultados de las ciencias y los descubrimientos que se hagan en los distintos ramos del saber», poniendo mayor énfasis en lo pedagógico. Siguió siendo una revista científica, pero se abría a las aportaciones de otros que no sean profesores. Se proponía, en espíritu de concentración, ser: «La revista más barata que existe en España […] [la] la más universal y comprensiva, y que en menor espacio condense mayor suma noticias y suministre más copia de doctrina y de conocimientos científicos».
Si tenemos que resumir la contribución del BILE en este repertorio, podemos concluir que fue una tribuna muy importante para la introducción y propagación de nuevos conocimientos y autores en el Derecho erudito. Aunque no fue estrictamente una revista jurídica, creo que al estar dirigida básicamente por juristas universitarios, estos aprovecharon el BILE para promover concepciones y modelos jurídicos que al comienzo no encajaban en la universidad de la Restauración. El formato breve y la amplitud de su audiencia, creo que fueron también importantes en hacer del BILE una publicación científica bastante exitosa. Incluso en los momentos más opresivos de la Restauración contra la libertad académica, creo que el BILE fue un espacio que posibilitó la apertura a nuevas ideas que incidieron en la formación de las disciplinas jurídicas. Esto se haría más patente cuando regresaron a la Universidad los catedráticos antes apartados y pudieron sentar bases para crear, ahora sí, «escuelas» de pensamiento y de ciencia, que darían más frutos a inicios del siglo XX.
Ubicados en el contexto de la segunda cuestión universitaria y la Restauración canovista, con nueva separación (y atropello carcelario) de Giner en 1875 y la renuncia o suspensión de otros catedráticos de Derecho, sabemos que la Institución se planteó en su primera época como un centro de enseñanzas universitarias para impartir disciplinas de Derecho (entre otras), y después de la readmisión de los profesores separados, pasó a estar más abocada a la primera y segunda enseñanza. La Institución sería una «Sociedad […] dedicada al cultivo y propagación de la ciencia en sus diversos órdenes» (artículo 1° de los Estatutos), con al principio una Escuela de Derecho.
Si nos adentramos en el BILE podemos ver en sus primeros números cuál fue la ordenación y orientaciones académicas. Sus contenidos fueron artículos, notas científicas, monografías, resúmenes de lecciones y conferencias sobre casi todas las ciencias y disciplinas. De forma semejante a la Revista de la Universidad de Madrid, desfiló la Biología, Matemática, Arte, Psicología, inter alia, haciendo gala de una amplitud de conocimientos. Quizá lo más llamativo del BILE para nosotros es que pudo conciliar dos aspectos que hasta tal momento parecían poco compatibles: la brevedad del espacio tipográfico del formato de Boletín, con la sustantividad y calidad de contenidos. En efecto, hasta tal momento el «boletín» en sentido estricto, no el de Pacheco, no pasaba de ser una aglomeración de legislación desordenada, con algún comentario o absolución de consultas casi siempre de pobreza conceptual. Pero tampoco es que hayan aspirado a otra cosa: eran materiales hechos casi para ser olvidados a las semanas de ser publicados. El BILE tuvo la virtud de aportar, en un breve espacio, textos llenos de sustancia y profundidad, a pesar de su relativa corta extensión, a los que podemos regresar hoy en día para contentarnos con su brillo y fecundidad. Se explica esto en parte cuando sabemos que muchos de estos textos tuvieron tanto un origen como un destino posible, y que no es difícil rastrear: o bien fueron extractos de obras académicas ya publicadas o fueron materiales de ensayo dispersos que después formarían parte de obras académicas más sistemáticas de los autores. En todo caso observamos de passant cómo la cultura jurídica fue variando en el camino de una mayor sofisticación y meticulosidad conceptual. También lo anterior es prueba también de que la erudición no está reñida con la brevedad, ni el formato periódico, ni que la cantidad tiene algo que ver la calidad.
El BILE apareció el 7 de marzo de 1877 y en el inicio volvió a figurar, como en la Revista de la Universidad, Nicolás Salmerón aludiendo a unos «tiempos de transición en que vivimos» donde «más nos espanta y aterra la oscuridad que aún nos rodea, que nos reanima y fortalece la claridad que de lejos presentimos»; entre la intranquilidad de la revolución y la reacción, propuso examinar los principios en la historia y «la ley á que obedecen los momentos de crisis, como el presente», presagió un destino mejor «jamás borrado por la adversidad histórica, ni aun por el propio error», y sugirió que la confianza en el futuro era revitalizante y vivificadora, porque era lo que permitía sobrellevar «las contrariedades» en la historia, era la «sávia de la vida». Es más que evidente que el BILE nació en circunstancias difíciles, y que por eso Salmerón abogaba por una Necesidad de reconocer Ley en la Historia, a modo de ánimo para la empresa que empezaba.
Dejando de lado las descripciones generales del BILE por ser inoficiosas (y ya realizado por la literatura especializada), vamos a lo que nos interesa: sus contenidos jurídicos. En tal sentido, una de las mayores virtudes del BILE fue que sus textos más que disertaciones extensas sobre una disciplina, son resúmenes o «extractos» de las mismas. Esto es, unos programas de actividades y enseñanzas que se concebían emprender. La limitación del espacio del formato de Boletín, en un sentido más actual –como publicación breve- al de tal época, imponía aquél esfuerzo de síntesis. Uno de los aspectos que más nos interesa es cómo la actividad docente en la ILE quedaba plasmada en el BILE mediante la forma de «Resúmenes de Enseñanzas».
Desde el comienzo de la publicación, el BILE reprodujo en la cabecera de sus portadas el (acaso legendario) artículo 15° de los Estatutos la ILE, que sintetiza el espíritu de la Institución y su concepción de la actividad científica. «La Institución libre de Enseñanza es completamente ajena á todo espíritu é interés de comunion religiosa, escuela filosófica ó partido político; proclamando tan solo el principio de la libertad é inviolabilidad de la ciencia, y de la consiguiente independencia de su indagación y exposición respecto de cualquiera otra autoridad que la de la propia conciencia del Profesor, único responsable de sus doctrinas». Independencia, libertad académica, libertad de conciencia y creación, responsabilidad del científico fueron pues las consignas que se intentaron poner en marcha.
A fines de 1881, el BILE había clarificado su misión. Sería una «Revista de cultura general, que popularice, por medio de extractos tomados de las publicaciones especiales, los últimos resultados de las ciencias y los descubrimientos que se hagan en los distintos ramos del saber», poniendo mayor énfasis en lo pedagógico. Siguió siendo una revista científica, pero se abría a las aportaciones de otros que no sean profesores. Se proponía, en espíritu de concentración, ser: «La revista más barata que existe en España […] [la] la más universal y comprensiva, y que en menor espacio condense mayor suma noticias y suministre más copia de doctrina y de conocimientos científicos».
Si tenemos que resumir la contribución del BILE en este repertorio, podemos concluir que fue una tribuna muy importante para la introducción y propagación de nuevos conocimientos y autores en el Derecho erudito. Aunque no fue estrictamente una revista jurídica, creo que al estar dirigida básicamente por juristas universitarios, estos aprovecharon el BILE para promover concepciones y modelos jurídicos que al comienzo no encajaban en la universidad de la Restauración. El formato breve y la amplitud de su audiencia, creo que fueron también importantes en hacer del BILE una publicación científica bastante exitosa. Incluso en los momentos más opresivos de la Restauración contra la libertad académica, creo que el BILE fue un espacio que posibilitó la apertura a nuevas ideas que incidieron en la formación de las disciplinas jurídicas. Esto se haría más patente cuando regresaron a la Universidad los catedráticos antes apartados y pudieron sentar bases para crear, ahora sí, «escuelas» de pensamiento y de ciencia, que darían más frutos a inicios del siglo XX.
Información adicional
La publicación del BILE se suspendió en 1936. En 1987 volvería a editarse, sacando tres números cada año. En la web de la fundación Giner de los Ríos se encuentran digitalizados todos los números editados desde 1987.
Materia
General
Bibliografía
Muchísimos estudios se ha escrito sobre el BILE. Meramente referencial: Adolfo Posada, “Breve historia del krausismo español”, 1981. Vicente del Cacho Viu, “La Institución Libre de Enseñanza”, 1962. Juan José Gil Cremades, “El reformismo español”, 1969. Moreno Luzón, J.; Martínez López, F.; García-Velasco, J.; Morales Moya, A.; Capellán de Miguel, G. y Otero Urtaza, E. (eds.) “La Institución Libre de Enseñanza y Francisco Giner de los Ríos: nuevas perspectivas”, 2012.
Ejemplar consultado
Biblioteca de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid
Índices acumulados
Se pueden encontrar índices acumulados y repertorios detallados de sus contenidos en Eulalia Martínez Medrano, Aportaciones al estudio del Boletín de la Institución Libre de Enseñanza: análisis descriptivo-bibliométrico, Valencia, Universidad/Facultad de Filosofía y Letras, 1978; León Esteban Mateo, Boletín de la institución libre de enseñanza: nómina bibliográfica 1877-1936, Valencia, Universidad, 1978; María Isabel Corts Giner, Ciencia y educación en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza: catálogo de sus contenidos, Sevilla, Grupo de Investigación Recuperación del Patrimonio Histórico-Educativo Sevillano, 2004; José Manuel Prellezo García, Francisco Giner de los Ríos y la Institución Libre de Enseñanza. Bibliografía [1876-1976], Roma, Libreria Ateneo Salesiano (Quaderni di Orientamenti Pedagogici, 26), 1976.
Autoría
Fernando Liendo Tagle
Fecha
19/08/2025