Merece la pena mencionar por separado el Palacio de Linares, actualmente Casa de América de Madrid. José de Murga, rico burgués al que el Rey Amadeo de Saboya otorgó el título de Marqués de Linares, lo hizo construir en 1873. Todos los pintores que intervinieron en la producción de la decoración pictórica -Alejandro Ferrant, Casto Plasencia, Francisco Javier Amérigo y Aparici, Manuel Domínguez Sánchez, Ricardo Villodas, Sebastián Gessa- tenían dos cosas en común: todos habían estudiado en Roma, ya sea como pensionistas de la Real Academia de Bellas Artes o como becarios de la Academia Española, y todos se dedicaron a la creación de pinturas históricas.

Entre todas las decoraciones realizadas por estos pintores en el Palacio de Linares, muchas de las cuales representan temas mitológicos, destacan las realizadas por el pintor madrileño Alejandro Ferrant y Fischermans como totalmente neopompeyanas. Este pintor, que había recibido una pensión de la Academia Española de Roma en 1874 y, con toda probabilidad, había visitado las excavaciones napolitanas al igual que sus compañeros, realizó en 1890 varias decoraciones para el Palacio inspiradas en la antigüedad, en particular las pinturas murales de la Galería Pompeya, ubicadas en el tercer piso, donde también decoró las puertas en el mismo estilo. La Galería Norte está pintada en rojo pompeyano e imita el cuarto estilo con escenas enmarcadas por arquitecturas fantásticas y ligeras. Los paneles recogen escenas mitológicas o de vida cotidiana. Destaca una escena en la que se recoge el tema de la Vendedora de amores, una pintura recogida en una de las láminas de las Antichità que representaba una pintura hallada en Estabia y que había inspirado a otros pintores como Joseph-Marie Vien. En la Galería Sur la decoración gira en torno a una escena de bacanal dividida por pilastras con el Vesubio humeante al fondo. En la pared opuesta de la Galería, frente a esa escena, Ferrant pintó una vista de la bahía de Nápoles enmarcada por una arquitectura fingida y contemplada por una pareja. Por último, en esta misma pared pintó, aprovechando el espacio en forma de arco de medio punto que daba acceso a la tribuna de los músicos del Salón de Baile, un Baño pompeyano