Descripción realizada por Antonio Torres-Valiente, publicada en la revista Plus Ultra (N.22, 1918), suplemento mensual de la revista Caras y Caretas.
Don Ángel Pacheco y de la Concha, prócer de la independencia y general de la Federación Argentina, formó El Talar de su nombre en el año de 1825, en las tierras que había poseído en jurisdicción de San Fernando la familia López-Camelo, y que abarcan una extensión de siete leguas aproximadamente.
Atravesando el bosque de talas y algarrobos, cruzado por amplias avenidas, descúbrese la vieja morada donde vivía el ilustre miliar argentino. Su construcción presenta el carácter tradicional de la época; puertas de cuarterones, rejas voladas con sus cuatro eses en el centro, muros de cal donde se aprisionan las madreselvas, y al frente, ancha galería de columnas cuyos chapiteles soportan el alero...
Talar de Pacheco
Nombre
Talar de Pacheco
Lugar
Tigre
Provincia/región
Buenos Aires
País
Resumen
Descripción realizada por Antonio Torres-Valiente, publicada en la revista Plus Ultra (N.22, 1918), suplemento mensual de la revista Caras y Caretas.
Don Ángel Pacheco y de la Concha, prócer de la independencia y general de la Federación Argentina, formó El Talar de su nombre en el año de 1825, en las tierras que había poseído en jurisdicción de San Fernando la familia López-Camelo, y que abarcan una extensión de siete leguas aproximadamente.
Atravesando el bosque de talas y algarrobos, cruzado por amplias avenidas, descúbrese la vieja morada donde vivía el ilustre miliar argentino. Su construcción presenta el carácter tradicional de la época; puertas de cuarterones, rejas voladas con sus cuatro eses en el centro, muros de cal donde se aprisionan las madreselvas, y al frente, ancha galería de columnas cuyos chapiteles soportan el alero de la fachada. Esta vivienda ha conservado tanto su carácter, que, al evocar la figura del antiguo dueño, parece en que su recinto fuésemos a encontrar aún los mazorqueros del poncho rojo, que hicieron trágica la dictadura de don Juan Manuel Ortiz de Rosas.
Las habitaciones principales de la casa se encuentran actualmente destinadas a museo; en ellas consérvase el lecho donde falleció el General y algunos otros objetos de su pertenencia. Varios estantes, distribuidos en orden simétrico guardan pájaros y animales curiosos, entre ellos un tigre que arrasaron las corrientes del río Paraná sobre un camalote, siendo muerto por don José Pacheco y Reynoso, al verlo internarse en el bosque de la estancia. Otra curiosidad es la armadura japonesa que figura en uno de los rincones, y el traje de lidiador, perteneciente a la época del virreinato.
Al fondo de la casa existen las cocheras y caballerizas, con diez y ocho coches y cabida para treinta caballos. En la capilla, de línea ojival, hay algunos detalles interesantes; por ejemplo: un alto relieve ejecutado por el escultor Ferrari, de Roma, cuatro pinturas murales hechas por Faustini en 1890 y lienzos de escuela española de buena ejecución y factura. La cripta, situada debajo del altar mayor, guarda los restos de don José Pacheco Reynoso y de su esposa doña Agustina de Anchorena García de Zúñiga, padres del actual propietario.
En una pequeña elevación frente al canal, levántase el moderno castillo. Ancha escalinata de piedra da acceso al hall, decorado sencillamente; cierra el arco que comunica con la escalera un hermoso tapiz flamenco de tono azul pálido, donde se destacan dos aves de plumaje rojo, época de Luis XIV.
Contigua al jardín de invierno y al billar, revestido con estucos y alicatados de azul y oro, hállase el salón de recibo. Su moblaje esta compuesto de una sillería de caoba y damasco, varias mesas de pared y otras de centro, con porcelanas y bibelots de Saxe, tíbores japoneses y joyeros Capo di Monte. Sobre el muro un dibujo a la sanguina firmado por Boucher en 1787, y haciendo «pendant» con el piano, un contador florentino de marfiles y carey con cuatro columnas de serpentina y ónix.
El pequeño gabinete situado junto a la terraza, luce una silletería francesa, rococó imitada, y varios retratos de la familia, dos de ellos pintados en Paris por Federico de Madrazo, artista que siguió en el destierro a la reina doña Isabel II.
En el despacho hay una Cédula Real firmada por Fernando VII, donde se nombra Caballero de Calatrava a don Domingo de Reynoso y Roldan, suegro del General Pacheco. El uniforme de éste aparece en una vitrina, junto con la bandera tomada durante el sitio de Montevideo, y las condecoraciones de la batalla de Maipú, Ituzaingó, Mérito de Chile, expedición contra los Indios y vencedor de los Andes.
En otros lugares hay objetos artísticos de valor, mereciendo citarse un chapitel mudéjar y una magnífica escultura gótica de San Jorge, raro ejemplar del siglo XV. A mas de esta escultura, lo mejor que se conserva en la casa, es el tapiz del comedor; representa la entrada del emperador Alejandro en Constantinopla, y es uno de los primitivos firmados por la manufactura Real de Gobelin, con las iniciales: MRDG, y la flor de lis de Francia.
El jardín, sombreado por eucaliptus y palmeras, puede considerarse en el Talar, como atractivo de primer orden. Adornan los graciosos parterres pequeñas estatuas de bronce y mármol , que destacan sus líneas sobre el tono verde de la fronda. Ante la fachada principal del moderno castillo - muy francés- el grupo de las sirenas eleva alrededor de la fuente sus mil surtidores cristalinos. Sendas enarenadas conducen a los distintos pabellones y recreos; el teatro de la naturaleza, verde de yedra y arrayán, los palomares, la pileta de natación, cercada de columnas que imitan el estilo de las antiguas termas, el retiro donde se tienen las jaurías de caza, los lagos artificiales con sus paisajes de orientación japonista, y el sombreado camino de la iglesia, por cuyos recodos vería perderse en otra edad la carroza negra y palaciega del General Pacheco.
Don Ángel Pacheco y de la Concha, prócer de la independencia y general de la Federación Argentina, formó El Talar de su nombre en el año de 1825, en las tierras que había poseído en jurisdicción de San Fernando la familia López-Camelo, y que abarcan una extensión de siete leguas aproximadamente.
Atravesando el bosque de talas y algarrobos, cruzado por amplias avenidas, descúbrese la vieja morada donde vivía el ilustre miliar argentino. Su construcción presenta el carácter tradicional de la época; puertas de cuarterones, rejas voladas con sus cuatro eses en el centro, muros de cal donde se aprisionan las madreselvas, y al frente, ancha galería de columnas cuyos chapiteles soportan el alero de la fachada. Esta vivienda ha conservado tanto su carácter, que, al evocar la figura del antiguo dueño, parece en que su recinto fuésemos a encontrar aún los mazorqueros del poncho rojo, que hicieron trágica la dictadura de don Juan Manuel Ortiz de Rosas.
Las habitaciones principales de la casa se encuentran actualmente destinadas a museo; en ellas consérvase el lecho donde falleció el General y algunos otros objetos de su pertenencia. Varios estantes, distribuidos en orden simétrico guardan pájaros y animales curiosos, entre ellos un tigre que arrasaron las corrientes del río Paraná sobre un camalote, siendo muerto por don José Pacheco y Reynoso, al verlo internarse en el bosque de la estancia. Otra curiosidad es la armadura japonesa que figura en uno de los rincones, y el traje de lidiador, perteneciente a la época del virreinato.
Al fondo de la casa existen las cocheras y caballerizas, con diez y ocho coches y cabida para treinta caballos. En la capilla, de línea ojival, hay algunos detalles interesantes; por ejemplo: un alto relieve ejecutado por el escultor Ferrari, de Roma, cuatro pinturas murales hechas por Faustini en 1890 y lienzos de escuela española de buena ejecución y factura. La cripta, situada debajo del altar mayor, guarda los restos de don José Pacheco Reynoso y de su esposa doña Agustina de Anchorena García de Zúñiga, padres del actual propietario.
En una pequeña elevación frente al canal, levántase el moderno castillo. Ancha escalinata de piedra da acceso al hall, decorado sencillamente; cierra el arco que comunica con la escalera un hermoso tapiz flamenco de tono azul pálido, donde se destacan dos aves de plumaje rojo, época de Luis XIV.
Contigua al jardín de invierno y al billar, revestido con estucos y alicatados de azul y oro, hállase el salón de recibo. Su moblaje esta compuesto de una sillería de caoba y damasco, varias mesas de pared y otras de centro, con porcelanas y bibelots de Saxe, tíbores japoneses y joyeros Capo di Monte. Sobre el muro un dibujo a la sanguina firmado por Boucher en 1787, y haciendo «pendant» con el piano, un contador florentino de marfiles y carey con cuatro columnas de serpentina y ónix.
El pequeño gabinete situado junto a la terraza, luce una silletería francesa, rococó imitada, y varios retratos de la familia, dos de ellos pintados en Paris por Federico de Madrazo, artista que siguió en el destierro a la reina doña Isabel II.
En el despacho hay una Cédula Real firmada por Fernando VII, donde se nombra Caballero de Calatrava a don Domingo de Reynoso y Roldan, suegro del General Pacheco. El uniforme de éste aparece en una vitrina, junto con la bandera tomada durante el sitio de Montevideo, y las condecoraciones de la batalla de Maipú, Ituzaingó, Mérito de Chile, expedición contra los Indios y vencedor de los Andes.
En otros lugares hay objetos artísticos de valor, mereciendo citarse un chapitel mudéjar y una magnífica escultura gótica de San Jorge, raro ejemplar del siglo XV. A mas de esta escultura, lo mejor que se conserva en la casa, es el tapiz del comedor; representa la entrada del emperador Alejandro en Constantinopla, y es uno de los primitivos firmados por la manufactura Real de Gobelin, con las iniciales: MRDG, y la flor de lis de Francia.
El jardín, sombreado por eucaliptus y palmeras, puede considerarse en el Talar, como atractivo de primer orden. Adornan los graciosos parterres pequeñas estatuas de bronce y mármol , que destacan sus líneas sobre el tono verde de la fronda. Ante la fachada principal del moderno castillo - muy francés- el grupo de las sirenas eleva alrededor de la fuente sus mil surtidores cristalinos. Sendas enarenadas conducen a los distintos pabellones y recreos; el teatro de la naturaleza, verde de yedra y arrayán, los palomares, la pileta de natación, cercada de columnas que imitan el estilo de las antiguas termas, el retiro donde se tienen las jaurías de caza, los lagos artificiales con sus paisajes de orientación japonista, y el sombreado camino de la iglesia, por cuyos recodos vería perderse en otra edad la carroza negra y palaciega del General Pacheco.
Referencias bibliográficas
Revista Plus Ultra (N.22, 1918), suplemento mensual de la revista Caras y Caretas.