Los avances económicos y comerciales de la ciudad asturiana de Avilés a finales del siglo XIX gracias a una prolija actividad industrial y empresarial fueron fundamentales para que el municipio pudiera progresar y modernizarse. A la llegada del telégrafo, se sumaron otros avances como el ferrocarril, el alumbrado eléctrico y la apertura de bares, cafés y hoteles que impulsaron la actividad social y cultural. Esto repercutió directamente en una incipiente llegada de artistas y una animada vida intelectual. El escritor Amando Palacio Valdés, calificó a Avilés, por todas estas reformas y avances la “Atenas de Asturias”. Lo vemos bien en esta cita de su obra, Novela de un novelista: Avilés guardaba en aquel tiempo más de una semejanza con Atenas. Porque reinaba la alegría y el decoro y el amor al arte como en la ciudad de Minerva y además se vivía en una dulce ociosidad que permitía consagrase enteramente los placeres del espíritu. Igualmente, el escritor, José Frances, etiquetó a Avilés con el mismo epíteto, por su actividad artística y compromiso con el arte.