La primera noticia del altar se produjo en el periódico El Progreso de Lugo el 11/06/2003. Hasta la publicación de 2011 no se restaura completamente el contenido del texto escrito, porque la palabra DEO está escrita en la moldura. Aún está ausente esa primera línea en HEpOL nº 24230. El dibujo original del epígrafe pone de manifiesto que a pesar de haber visto las incisiones, no se habían interpretado como letras (Fig. 3.09.01.01b). La mención del epíteto Antoniniana permite fechar la inscripción entre el año 212 y el 218, en coincidencia con los datos arqueológicos sobre la construcción del edificio. La relevancia de este texto epigráfico es extraordinaria, no solo porque documenta la presencia de un mitreo en Lugo, de momento el más occidental de todo el Imperio Romano, sino porque ese mitreo se instala en la residencia de un centurión a comienzos del siglo III, cuando el culto de Mitra parece estar en declive en el resto de la Península. El ara, sin embargo, no conmemora la construcción del mitreo. Ignoramos si en Lugo existía algún espacio de culto mitraico ajeno al de las dependencias del centurión Victorinus. Otro testimonio epigráfico (nº 3.09.02.01) en un contexto muy diferente podría confirmar la existencia de mitraístas al margen de la domus de Victorinus, pero su lectura es tan especulativa que no puede colaborar en esta dirección. Lo cierto es que Victorinus sitúa en un lugar muy destacado a sus dos libertos, en igualdad con la statio, es decir, la institución de cuya custodia se encarga el destacamento comandado por el centurión. Las razones por las que honra la statio y a sus libertos, que no parecen guardar relación entre sí, nos son desconocidas. Es extraño que celebre en el espacio doméstico la statio y que vincule a sus libertos al espacio público de la statio. Evidentemente, da la impresión de que es su relación con el culto mitraico lo que conecta todas las partes y, en consecuencia, que los soldados de la statio tenían predilección por el mitraísmo y que los dos libertos facilitaron a Victorinus su conexión con la comunidad preexistente. La cuestión es por qué escoge el centurión el espacio propio de su domus, al que seguramente no tenían acceso aquellos a los que agasaja en su altar, es decir, los componentes de la statio. Si, por el contrario, no hubiera mitraístas y el empeño de Victorinus es operar como agente introductor, resulta extraño que su compromiso emerja en el espacio privado de su domus. Esa reflexión induciría a pensar que aun estando instalado en el espacio doméstico, el mitreo de la casa de Victorinus debió de ser accesible no solo para su familia, sino que hubo de ser punto de encuentro de otros miembros de la statio e incluso destacados vecinos del municipio lucense. Sin embargo, la acción de Victorinus encaja bien con otro contexto de acción religiosa. En efecto, poco antes del año 200, el comandante en jefe de la Legio VII Gemina, Quintus Mamilius Capitolinus erigía un altar en Asturica Augusta a Júpiter, Sol Invicto, Liber Pater y al Genio del Pretorio (nº 3.08.02). Es cierto que este legado de Augusto no menciona explícitamente a Mitra, pero su gesto pone de manifiesto la vitalidad que en el entorno del hombre fuerte de Roma en Hispania en ese momento tiene el culto renovado del Sol Invicto, que no es coincidente con Mitra, pero al que ha pretendido integrar en su amalgamado sistema de creencias. En las mismas fechas en las que el centurión Victorinus está en Lucus, el procurador imperial, Claudius Zenobius erige en Asturica Augusta la inscripción (nº 3.08.01) dedicada Invicto Deo, Serapidi et Isidi (Alvar, CEH, 2012, p. 131, nº 183, con foto); mientras Iulius Melanio dedicaba en el mismo lugar otro exvoto a Serapidi / sancto / Isidi mironymo / Core inuictae / Apollini / Granno / Marti Sagato (Alvar, CEH, 2012, p. 131-132, nº 184, con foto). Al mismo tiempo, en torno al año 200, en Legio, el senador L. Cassius Paulinus Augustanius Alpinus Bellicius Sollers, probablemente Legado de la legión VII, y su hijo, procuradores imperiales procedentes de Italia del norte (1), hacen una ofrenda, entre otras deidades, a Isis y Serapis (Fig. 3.09.01.01.01; Alvar, CEH, 2012, p. 130, nº 182). A su vez, otro senador y procurador imperial, Gaius Calpurnius Rufinus -años arriba, años abajo- emprende la remodelación del agreste santuario de Panóias para integrar en él el culto de Serapis, con connotaciones ultramundanas (Alvar, CEH, 2012, nos 192-198, pp. 138-146). Todo esto pone de manifiesto la intensiva acción de los representantes imperiales del período Severiano por revitalizar los cultos protectores de la dinastía en el cuadrante noroccidental de la Península, sin duda, con el objetivo de fortalecer la lealtad de las guarniciones romanas en la zona, estrechamente vinculadas con sectores económicos sensibles, como las minas, la recaudación tributaria y el control de las comunicaciones. Por último, el contexto mencionado y específicamente el testimonio de Victorinus refuerzan la vinculación del ámbito militar con el mitraísmo peninsular que, en ausencia de testimonios fehacientes, había conducido al rechazo de su relevancia en la recepción de Mitra en Hispania. Estos documentos no anulan las explicaciones alternativas que se habían construido, sino que hacen más compleja la realidad del mitraísmo peninsular.