Mélida lo describe como “Resto de cathedra o sillón monumental, que posiblemente sería ocupada por el pontífice Hedychro, y consistente en dos garras, y el remate de un brazo de dicho mueble adornado con una cabeza de pantera valientemente modelada”. Tiene estrechas similitudes con los soportes en forma de grifo y león acabados en garras hallados en el mitreo de S. Stefano Rotondo en Roma (Lissi Caronna, 1986, p. 41) cuya función era sostener asientos, bancos o mesas de mármol, como las de los mitreos de Fructuoso o Aldobrandini en Ostia (Becatti, 1954, p. 24 y 43). El Museo Arqueológico y Etnográfico de Córdoba (nº inv. DOCC157) alberga una pieza de mármol muy parecida a esta, pues de una pata de felino surge una cabeza de león (Fig. 1.01.02.16b); en ambos casos la transición de la pata a la cabeza se resuelve con unas hojas de acanto de las que parece salir la cabeza del felino. Se supone en el caso de Córdoba que sería una de las tres patas de una mesa de mármol. Se fecha en época Flavia, pero la similitud de las dos piezas hace pensar que son contemporáneas. Sería conveniente realizar un análisis del mármol para sustanciar una procedencia común.

En este mismo depósito del Cerro de San Albín aparecieron otras esculturas de dudosa o imposible filiación mitraica. Algunas de ellas están claramente vinculadas a los cultos de la gens isiaca, que he recogido en el catálogo dedicado a esas divinidades (Alvar, CEH, 2012, nos 18-22). Por su sugerida relación con el culto de Mitra retomo aquí una de aquellas piezas (no 20, aquí 1.01.02.19), el resto de los materiales isíacos lo omito, aunque Romero Mayorga (2016, pp. 434-463) realiza un intento de inclusión de todos esos materiales en el Gran Mitreo emeritense, opinión que no comparto, pues considero –como ya he anticipado– que es un depósito de materiales secundario. Su cantidad, calidad y tamaño me permiten suponer que proceden de un santuario diferente al templo de Mitra en el que se daba cobijo a la serie aquí registrada. Esa es una de las razones que me conducen a pensar que el Cerro de San Albín es un depósito secundario, lo que va en contra de la idea de un santuario compartido por distintas divinidades mistéricas. Además de esos materiales isíacos, como digo, hay otras esculturas que no permiten establecer conexión segura con el culto de Mitra, pero que recojo para que quede constancia completa de los hallazgos, por no excluir arbitrariamente lo que apareció junto. Proporciona la lista el propio Mélida (1925, pp. 302-312) de la que, insisto, excluyo los mencionados materiales isíacos.