GONZÁLEZ GARCÍA, Teodoro (1897-1980)
Ficha
Catedrático
Presentación
Datos biográficos
Nació en Medina del Campo (Valladolid) el 9 de noviembre de 1897.
Contrajo matrimonio con Purificación Salinero Alonso.
Falleció en Madrid el 18 de junio de 1980.
Formación
Con un expediente académico impecable, se licenció con sobresaliente y premio extraordinario en la facultad de derecho de la Universidad de Oviedo el 6 de noviembre de 1919.
Obtuvo el grado de doctor el 9 de febrero de 1923 con un estudio sobre La lucha de clases en la agricultura.
Desde primero de mayo de 1923 hasta diciembre de 1925, mes en que tomó posesión de la cátedra, desempeñó el cargo de auxiliar temporal en la facultad jurídica ovetense, ocupándose de las asignaturas de derecho político, administrativo e internacional público.
Por resolución de su propia facultad elevada a real orden el 17 de febrero de 1925, fue pensionado por la Universidad de Oviedo para estudiar en Inglaterra dos asuntos fundamentales: «Los orígenes del movimiento constitucional» y el «Estado del derecho público en la posguerra». En Londres, ciudad en la que residiría, pasó desde el 15 de marzo al 15 de junio de 1925.
Por real orden de 11 de junio de 1929 se le concedería una autorización, a propuesta elevada por la Junta de gobierno del Patronato de la Universidad de Murcia a la Dirección General de Enseñanza superior y secundaria, para que se ausentase durante seis meses con el fin de ampliar estudios en las Universidades de Londres y Berlín.
Carrera académica
1925 fue el año en que puso todo su empeño en convertirse en catedrático. Solicitó concurrir a las oposiciones para cubrir las vacantes de economía política en las Universidades de Murcia y La Laguna y de derecho civil en La Laguna. Finalmente, en diciembre de ese mismo año, ganó la cátedra de derecho político español comparado con el extranjero de la Universidad de Murcia.
La oposición a la que se presentó llevaba convocada desde septiembre de 1923 y era inicialmente solo para proveer la cátedra de derecho político de la Universidad de La Laguna, vacante por excedencia de José María Gil Robles. En la tramitación de la misma se añadió la plaza de la Universidad de Murcia. Firmaron, entre otros, Sabino Álvarez Gendín, José Mingarro Sanmartín y Alfredo Mendizábal Villalba. El tribunal estaba presidido por Adolfo Posada y tenía como vocales a Gonzalo del Castillo Alonso, Fernando de los Ríos, Niceto Alcalá Zamora y Carlos Ruiz del Castillo. Solo comparecieron finalmente José Viani Caballero, Ramón Gil Armada (que se retiró en el primer ejercicio), José Mingarro Sanmartín, Carlos Sanz Cid y el propio Teodoro González García. Las sesiones comenzaron el 30 de octubre de 1925. Teodoro González fue elegido en primer lugar por unanimidad y eligió como destino la Universidad de Murcia.
Tomó posesión de su plaza el 24 de diciembre de 1925 (el nombramiento tuvo fecha del 17 del mismo mes).
Por real orden de 26 de julio de 1930 acumuló la cátedra de derecho administrativo de la propia universidad, al pasar su titular, Recaredo Fernández de Velasco, a situación de excedencia por haber sido designado rector.
El 10 de septiembre de 1931, por concurso de traslado, pasó a la cátedra de derecho administrativo de la Universidad de Oviedo. Por orden de 15 de junio de 1933 pasó a la cátedra de su disciplina inicial, derecho político, en esa misma universidad, la de Oviedo.
El 9 de mayo de 1934 fue nombrado secretario de sección (es decir, letrado) del Tribunal de Garantías Constitucionales, por lo que solicitó una excedencia en su puesto de profesor, en la que se mantendría hasta julio de 1936.
Suprimido el Tribunal de Garantías en la zona ocupada por los sublevados el 4 de mayo de 1937, pasó de nuevo a la docencia. Fue una orden, suscrita por Pedro Sainz Rodríguez, la que decretó, el 28 de febrero de 1939, tras la suspensión que le fue impuesta por depuración, su reingreso en la Universidad de Oviedo, donde permanecería apenas por dos cursos. En efecto, tras haber firmado en los concursos a la cátedra de derecho administrativo vacante en Barcelona y a la de derecho internacional público y privado vacante en Salamanca, por orden de 30 de julio de 1940 –justo después de atravesar, como ahora se verá, un segundo proceso depurador– fue nombrado, por concurso previo, titular de la cátedra de derecho político de la Universidad de Valladolid. En ella permanecería como el profesor de la materia jurídico-política hasta su jubilación el 10 de noviembre de 1967. Durante ese periodo acumuló además la docencia de principios de derecho público (noviembre, 1943) y de sociología (en 1955).
Depuración
En febrero de 1937 sufrió un primer proceso de depuración, por el que se le impuso una sanción de suspensión de empleo durante dos años. Se conservan los pliegos de cargos de los que fue acusado. El Gobierno Civil de Oviedo, por ejemplo, lo describía como de «tinte más bien izquierdista», aunque reconocía el que no se había «significado», «pues no actuó en política», pero de todos modos le censuraba el no «tener demasiada afición a la cátedra, pues voluntariamente pasó hace un par de años a la Secretaría Técnica del Tribunal de Garantías Constitucionales». Otro informe gubernativo de la misma fecha lo presentaba de tal guisa: «Izquierdista, aunque hombre de reservas y siempre dispuesto a sostenerse en cualquier situación y por cualquier procedimiento; persona de cuidado y nebulosa. Al iniciarse el Movimiento ni se movilizó ni hizo público acto de acatamiento y adhesión, permaneciendo escondido e indiferente». Y, con rotundidad, aconsejaba: «No debe continuar en la Universidad pues no es persona que merezca confianza». En el preceptivo informe del rectorado ovetense salía igualmente malparado en lo relativo a su «Conducta política y social»: «Amigo de azañistas. Ha procurado ocultarse durante el asedio. Solo una vez le he visto, y le invité a movilizarse. […] A pesar de haber sido compañero de estudios no me ha sido posible conocer sus ideales políticos en estos tiempos y solo los podría colegir por el refrán que dice ‘Dime con quien andas y te diré quien eres’». Al no contar con firma alguna, se duda que el autor del informe fuese el rector accidental Isaac Galcerán y el propio Sabino Álvarez Gendín, que ocupó el rectorado ovetense con posterioridad.
En aquel primer trance alegó a su favor lo siguiente: «jamás he intervenido en política, ni he figurado en el censo de ningún partido» y subrayaba su «abstención de cualquier partidismo extremista y, para decirlo sin modestia, mi nunca desmentida ecuanimidad». «Apelo en abono de mis palabras […] no solamente al juicio de mis colegas universitarios (salvando la posibilidad de una animadversión personal de la cual, sin saberlo, pudiera ser víctima), sino a la opinión de las personas más destacadas en la vida política local, dignificadas por la moderación y patriotismo de sus campañas, como José Mª Fernández Ladreda, Jefe de Acción Popular» o el «rector preeminente de esta agrupación [el Partido Liberal Demócrata] Fermín Landeta Villaamil, cuya posición frente a la revolución de Octubre y el magno movimiento libertador de España, se significó siempre por el sostenimiento heroico de sus convicciones». Añadía además que recordaría «durante toda [su] vida con una angustia infinita los días en que, ausente de Oviedo, y en el transcurso de la subversión comunista de Asturias, tenía que atormentarme en todo momento la prisión y martirio de mi padre, Pedro González García, arrancado de nuestro hogar y llevado a pié de Mieres, en donde le retuvieron cautivo las hordas marxistas».
Y continuaba con sus declaraciones de descargo: «a lo largo de mi vida profesional no me he apartado nunca de esa línea ponderada y ecuánime», «huérfano de la protección de aquellas personas e instituciones que han monopolizado durante largos años el dominio de la vida docente en España. No he disfrutado de ninguna pensión, por ejemplo, de la Junta para la Ampliación de Estudios, ya que las dos veces que estudié fue debido a los créditos votados por los Claustros de Oviedo y Murcia. En las oposiciones en que gané la Cátedra de político en 1925 sufrí la malquerencia de elementos de izquierda y siempre guardaré gratitud a los vocales Gonzalo del Castillo y Carlos Ruiz del Castillo, hombres ambos de derecha, que defendieron mis ejercicios hasta llevarme al triunfo, con verdadero cariño y denuedo. Cuando el movimiento sindical de la FUE sembró la discordia en las filas estudiantiles, yo fui de los pocos […] que se mantuvieron incólumes a su contagio, oponiéndome rotundamente a la intromisión en la vida académica de todo partidismo político. Cuando siendo catedrático de aquella Universidad [de Murcia] hubo de proveer una Auxiliaría vacante […] propuse y defendí […] con verdadera decisión el nombre de D. Federico Salmón Amorío, exredactor de El Debate, más tarde Diputado y ministro de la CEDA, ya por aquel tiempo bien destacado en el campo de las derechas, resultando elegido Auxiliar frente a D. Emilio Escudero, patrocinado por los elementos izquierdistas del Claustro y, singularmente, por el Sr. Ruiz Funes. (Con motivo de una campaña desarrollada por El Debate en torno a unas conferencias pronunciadas en aquella Universidad por Jiménez de Asúa, se quiso adjudicar la iniciativa de la misma al Auxiliar de mi asignatura y se me exteriorizó incluso por algunos colegas su disgusto por la actuación derechista de mi colaborador en la Cátedra: en aquellos días pre-revolucionarios […] yo no mermé en lo más mínimo la confianza depositada en el Sr. Salmón […]. Cuando se anunció el concurso-oposición en el que fue adjudicada a D. Fernando de los Ríos la Cátedra de Estudios Superiores de Ciencia Política en el Doctorado, yo fui el único profesor que firmó la convocatoria y quien tuvo que sufrir incluso ataques e invectivas de la prensa de Madrid por mi “atrevimiento” y amenazas más o menos directas de las organizaciones estudiantiles encaminadas a lograr mi desistimiento […] En la colección de El Debate quedó constancia de esta actitud mía). Cuando acudí al concurso anunciado para proveer las plazas de Secretario de Sección vacantes en el Tribunal de Garantías tuve el honor de ser propuesto el primero de los catedráticos nombrados por una ponencia integrada por tres vocales entre los que figuraban […] Víctor Pradera y Carlos Martín Álvarez (ExGobernador Civil de Madrid en la Dictadura), alguna de las cuales ha sufrido el martirio de ser asesinadas». Y sobre su época de letrado en la Corte Constitucional concluía recordando que había sido «Secretario de sección a las órdenes inmediatas de César Silió […] en un Tribunal que ha decidido cuestiones espinosas en un ambiente de exacerbación política y cuya composición, al computar los votos de sus miembros, como es público y notorio, no se inclinaba hacia las izquierdas».
Si no se involucró activamente en el «Alzamiento» fue porque resultó «declarado inútil total cuando [le] correspondía cumplir los honrosos deberes con la Patria», careciendo «de toda eficiencia militar». A pesar de ello, desempeñó con frecuencia «servicios auxiliares de innegable utilidad» y fue «una de las pocas personas que, en momentos de zozobra», ayudó directamente a oponerse al avance de las milicias. Así, relataba que «cuando los marxistas estaban ya cerca de la casa en que vivían mis padres, subí al piso tercero en donde quedaban vigilando desde la altura unos guardias civiles, ayudándoles en la labor de proteger con piezas de tela subidas del almacén que existía en la casa, la ventana desde la cual se realizó aquel servicio, no abandonando la casa hasta que uno de los guardias civiles obligó a su evacuación». «Mi familia –continuaba declarando Teodoro González– quedó sin hogar con el incendio de la casa sin que pudiera salvarse nada, perdiendo en la catástrofe por mi parte todos los libros que tenía depositados en el piso, patrimonio inapreciable para mí. Y me trasladé a Salamanca para vivir al lado de un hermano, Teniente fiscal de la Audiencia».
En cuanto a su supuesto desapego a la cátedra por haber pasado a la secretaría técnica del Tribunal de Garantía alegaba lo que sigue: «puedo decir con orgullo que jamás me he despojado en mi vida de mi vocación de profesor. Me he entregado siempre a la cátedra sin sentir las fáciles tentaciones de la abogacía o la política. He dado mi clase con el mejor de mis afanes». Y el paso al Tribunal de Garantías no obedecía desde luego al propósito de abandonar la labor universitaria, sino que más bien se debía a «la competencia peculiar del Tribunal y la perspectiva de las futuras y difíciles cuestiones que habría de abordar en su día y para cuyo estudio y enjuiciamiento creía perfectamente idóneos mis trabajos de Derecho constitucional». También jugaron otras «consideraciones» de relevancia fundamental «como la interinidad, en un principio, del puesto que no me exigía de momento el desprendimiento de mi cátedra y me permitía medir, durante las vacaciones del verano, las exigencias de las nuevas tareas con mis inclinaciones y temperamento», o como «las sugestiones también muy poderosas sobre mi espíritu de varios catedráticos eminentes, Vocales del Tribunal de Garantías, que querían contrarrestar la vinculación política de la elección de sus miembros […] con el asesoramiento ecuánime de capacidades técnicas». La cuestión es que su labor en el mencionado tribunal no disminuyó sus «entusiasmos de profesor de Derecho político»: «El estudio y resolución de los problemas inherentes a la competencia del Tribunal y singularmente cuanto se refiere a los recursos de inconstitucionalidad y amparo han abierto nuevos horizontes, en la práctica, a mis desvelos científicos», reconocía, y agregaba que la «biblioteca del Tribunal de Garantías es obra naciente, en gran parte, de nuestros afanes». Por último, como otra muestra más de que evidentemente su puesto de letrado no implicaba desapego a la investigación, aseguraba «haber entregado antes de marcharse de vacaciones por encargo expreso de la ponencia nombrada al efecto por el pleno» un extenso trabajo con el título de La jurisdicción constitucional en los EEUU.
Al término de esta (primera) depuración fue sancionado con suspensión de empleo y sueldo durante dos años completos, tras los cuales, volvería a ingresar en la enseñanza, sin que ello le librara de volver a pasar otra depuración, ya sin consecuencias punitivas, en julio de 1940. Durante la que fue, en sentido estricto, su segunda depuración alegó haber «residido sin interrupción desde el 18 de julio de 1936 en zona nacional» y haber sido «sometido a expediente por Orden de la extinguida Comisión de Cultura y Enseñanza de la Junta Técnica del Estado en 20 de enero de 1937», habiéndosele impuesto entonces «la sanción de empleo y sueldo por dos años desde el 27 de febrero de 1937».
En el curso de este (segundo) proceso depurador, que tuvo lugar en julio de 1940, declaró los siguientes extremos:
«El 15 de julio de 1936 [el declarante] llegó a Oviedo, provisto de un permiso reglamentario, para vivir una temporada al lado de sus padres, residentes en esta ciudad. Se relacionó en dicho punto, en su calidad de Secretario [del Tribunal de Garantías], con el Vicepresidente primero D. Manuel Miguel Traviesas (de resuelta y calurosísima actitud a favor del glorioso Movimiento Nacional, como fue notorio en Oviedo), también residente en la misma capital, y fallecido este señor en el siguiente mes de Septiembre hizo patente su incondicional adhesión al Nuevo Régimen al Presidente en funciones de la Audiencia Territorial D. Víctor Covián y Frera, quien, por ser la autoridad más afín a su cargo, declaró, literalmente, en oficio dirigido en 22 Diciembre de 1936 al Presidente de la Junta Técnica, que “siempre estuve conforme con los juicios emitidos por el que dice a favor del Glorioso Movimiento Salvador, hasta el extremo de reconocer que un fracaso implicaría la ruina de España que pasaría a manos de los elementos más extremistas del Frente Popular, quienes terminarían implantando la más odiosa de las dictaduras”».
«Al mismo tiempo, y como catedrático excedente estuvo en relación con el Rector en funciones, Sr. Fresno, quien, a petición del firmante, expidió otro oficio en el que manifestaba que “su conducta y opinión fueron inequívocamente favorables al Glorioso Movimiento Nacional”. Roto heroicamente el asedio que sufría la ciudad de Oviedo, se trasladó a Salamanca en espera de poder mudarse a Madrid». Se puso entonces a disposición del vocal más antiguo del Tribunal de Garantías, Pedro J. García de los Ríos.
«A lo largo de nuestra Cruzada [el declarante] aprovechó cuantas coyunturas se le ofrecieron para reiterar el modesto concurso de sus esfuerzos en beneficio de la Causa Nacional […] en relación con la etapa precursora del Movimiento se atreve a significar que en su labor de secretario de Sección del extinguido Tribunal de Garantías, en colaboración directa y sirviendo los dictados de los señores vocales de la Sección 2ª, coadyuvó con su asesoramiento técnico a la labor netamente patriótica, frente a la arbitrariedad gubernamental, de la mayoría de los miembros de aquel organismo, alguno de los cuales, como los llorados Víctor Pradera, Francisco Beceña, Gonzalo Merás y Navia-Ossorio, pertenecientes a su Sección, fueron trágicamente inmolados por la barbarie roja».
«Jamás ha estado afiliado el que suscribe a ningún partido político o entidad sindical […] siendo bien conocido su carácter modesto y ecuánime, retraído de toda participación activa en la política, por la gente de Oviedo, en cuya ciudad conserva en el tiempo […] recuerdos bien profundos y dilatados».
Puso como testigos de sus declaraciones a José Mª Fernández Ladreda, Coronel de la Fábrica de Armas de Oviedo, Rafael Arias de Velasco, jefe provincial de la Falange, Víctor Covián y Frera, Presidente de la Sala Especial del Divorcio en el Tribunal Supremo; y a Carlos Ruiz del Castillo, rector de la Universidad de Santiago, profesor también de derecho político y exvocal del Tribunal de Garantías.
Otras actividades y méritos
Colaborador de Política. Revista mensual de doctrina y crítica (1930).
Traductor de numerosas obras y autores de ciencia política británica (Raymond Gettell, Historia de las ideas políticas, Labor, Barcelona, 1930, 2 vols.; Harold Laski: El Estado moderno: sus instituciones políticas y económicas, Labor, Barcelona, 1932, 2 vols.; Lewis Rockow, El pensamiento político en Inglaterra, Barcelona, Bosch, 1932; J.H. Richardson, El desarme económico, Barcelona, Bosch, 1932).
Secretario de Sección del Tribunal de Garantías desde mayo de 1934.
Director del la Revista de la Universidad de Oviedo, desde marzo de 1940 hasta su paso a Valladolid en julio del mismo año.
Principales obras
- Liberalismo y renovación, Gijón, Imp. El Noroeste, 1921 (conferencia pronunciada en el Ateneo Obrero de Gijón).
- La lucha de clases en la agricultura: sobre el problema de la tierra, Imp. La Cruz, Oviedo, 1926 (tesis doctoral).
- La soberanía del Parlamento inglés: su evolución política, su estado actual, Murcia, Sucesores de Nogués, 1927.
- El nuevo tiempo político. Discurso leído en la solemne apertura del curso de 1939 a 1940, Oviedo, Tip. La Cruz, 1939.
- Desviaciones políticas en la Gran Bretaña. Discurso leído en la solemne apertura del curso académico 1946-1947, Imp. Casa Martín, Valladolid, 1946.
- El rumbo de la Gran Bretaña: de la era victoriana al gobierno laborista, Universidad de Valladolid, 1950.
Perfil de autor BNE
Perfil de autor Dialnet
Perfil de autor PARES
Fuentes
Expediente de licenciado en caja AGA, sig. 31/15877.
Expediente personal en caja AGA, sig. 21/20422.
Bibliografía
Leopoldo Tolivar Alas, «D. Teodoro González, treinta años de pavor y cuatro testimonios de privilegio», en Pasión por Asturias. Estudios en homenaje a José Luis Pérez de Castro, Oviedo, Real Instituto de Estudios Asturianos, 2013, pp. 955-973
Materias
Autoría
Fecha
Cómo citar
Martín, S. (2021). González García, Teodoro. Diccionario de Catedráticos españoles de Derecho (1847-1984). https://humanidadesdigitales.uc3m.es/s/catedraticos/item/14860
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