Maximiano Errázuriz Valdivieso (1832-1890) fue un destacado empresario y político chileno. Tanto él como su familia eran fervientes admiradores del arte y la cultura europea, y como tal, representan fielmente la aspiración de la élite chilena de identificarse con el cultura del viejo mundo. Errázuriz realizó frecuentes viajes a Europa, especialmente a Francia e Italia, acompañado de su esposa e hijas. En estas ocasiones, compraron diversas obras de arte: pinturas de maestros italianos, tapices, muebles y esculturas y objetos antiguos y modernos. Luego, todos fueron enviados a Chile para formar parte de la magnífica colección de la familia Errázuriz. Algunas de estas piezas estaban asociadas a la antigua cultura romana, como los bustos de Virgilio, Heliogábalo, Catilina, Galba, Otón, Adriana y Faustina (Bergot 2019: 80).
Para albergar estas obras de arte, en 1872 Errázuriz encargó al arquitecto italiano Eusebio Chelli el diseño y construcción de una residencia palaciega en la vía principal de Santiago. Esta nueva residencia fue construida en estilo neoclásico, con elementos que evocaban las villas italianas del Renacimiento (Bergot 2013: 267; Medina 1964: 244). Esta elección de estilo no fue aleatoria; Amelia Errázuriz, su hija, había argumentado que la antigua residencia familiar, construida al estilo colonial hispano, no estaba a la altura de la magnificencia de la colección de arte europeo que pretendían reunir allí (Errázuriz 1925: 38). El estilo neoclásico, en cambio, fue coherente con las aspiraciones culturales y simpatías republicanas de la familia a través de las cuales buscaba distanciarse del pasado colonial.
Desde un principio, esta casona neoclásica, conocida como Palacio Errázuriz Urmeneta, fue muy admirada en la sociedad santiaguera por sus proporciones y elegancia. Además, como señala Bergot (2019: 75-7), la colección de arte que albergaba adquirió notoriedad pública, dotando la mansión con un significado considerable tanto como centro sociocultural como expresión de identidad de la familia.
Sin embargo, Errázuriz quedó devastado por la muerte prematura en 1871 de su esposa, Carmen Valdés, y nunca superó realmente su pérdida. Así, hacia 1883, decidió vender la mansión y mudarse al campo.