3.07.01. Ara alargada de arenisca con inscripción.
Ficha
Código
Título
Descripción del testimonio
La primera mención de la lápida es de 1794, cuando Caveda se hace eco de ella en un ms. conservado en la Real Academia de la Historia, en el que la localiza en el pórtico de la Iglesia de San Juan de la Isla, donde estuvo hasta 1843 y Juan Poladura hizo una copia. José Isla la trasladó a su casa, donde la encontró Braulio Vigón. Fue este quien hizo entrega de ella al Museo Arqueológico Provincial en 1880, según documenta Vigil (1887, p. 353). Su aspecto es bastante tosco y está fragmentado su costado derecho. Ha perdido algunas letras de las dos primeras líneas, el final de las lns. 2-6 y desde la 8 hasta el final; también falta el comienzo de las lns. 11 y 12. Por otra parte el texto está muy erosionado, lo que dificulta la lectura. No presenta ninguna decoración y el campo epigráfico ocupa prácticamente toda la cara frontal. En la parte superior se aprecia el focus, que ocupa prácticamente toda su superficie.
Ponit Inv/icto Deo / Au(gu)sto. Po/nit lebien/s Fronto / aram Invi/cto Deo Au/ (gu)sto. F(ronto) Leveiu/s ponit, pr(a)e/sedente p[a]/[t]rem patr[um] / [c]um leon[ibus]/ M(onumentum) [h(oc)].
Lo erige para el Invicto Dios Au(gu)sto. Erige, de buen grado, Fronto el altar para el Invicto Dios Au(gu)sto. Fronto Leveius, erige este monumento presidiendo el padre de los padres con los leones.
Tipología
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Fecha
Provincia
Lugar de hallazgo (nombre actual)
Lugar de conservación
Corpus
Discusión
Todas las investigaciones aceptan que se trata de una consagración a Mitra. En relación con la cronología, Hübner propuso por la rusticidad de la grafía una datación en el siglo III d.C. García y Bellido sugirió que se podría retrasar hasta el siglo IV por las incorrecciones gramaticales (1); en esa misma dirección Adán y Cid aportan el paralelo de una inscripción funeraria de Altava (Mauritania Caesarensis), fechada en el año 452, en la que aparece el término Austa por
Augusta (CIL VIII, 9877), lo que les conduce a considerar que la inscripción de San Juan de la Isla es del siglo IV d.C. (2), pero no parece apropiada para la historia del culto mitraico hispano.
En las líneas 8-9 Tranoy, frente al más comúnmente aceptado F(ronto) leven/s ponit, propuso …STO PLEVEIV/S PONIT. De este modo, Pleveius sería un segundo dedicante. De este modo, el primer ponit carece de sujeto especificado; el segundo tendría como sujeto a Fronto; el del tercero sería Pleveius. Sin embargo, la secuencia esperable sería que el primer ponit tuviera su propio sujeto, o que fuera en plural para anticipar la acción posterior de cada uno de los sujetos, Fronto y Pleveius. Parece más apropiado considerar que el sujeto de los tres ponit es el mismo individuo. Sus complementos directos constituyen otro problema. El primero no queda resuelto, por lo que parece estar contenido en el propio objeto ofrecido; el del segundo sería el ARAM de la línea 6; el del último ponit podría corresponder al sustantivo referido por la M- de la línea 13, que se podría desarrollar, como han enunciado algunos autores, monumentum e incluso cabría un [h(oc)], pues en la parte perdida habría espacio para esa H-. Si, por el contrario, se aceptaran dos sujetos, como propone Tranoy, Pleveius podría ofrecer aquello a lo que se refiere la M- de la línea 13; Fronto el ara de la línea 6; pero quedaría sin sentido el primer ponit, en singular y sin complemento directo.
Por todo ello, en la línea 8, parece mejor optar por la reiteración del nombre del dedicante mediante su inicial, F-, seguido de leven/s o una propuesta similar. Desde Hübner, todos los autores están de acuerdo en que lebiens, en la línea 4, es un barbarismo por libens; la misma explicación se propone para levens. Resulta incómodo constatar que en las líneas 4-5, el lapicida ha inscrito LEBIEN/S y que en las líneas 8-9 haya olvidado la grafía anterior para escribir LEVEN/S, al reiterar el estado de ánimo del dedicante. Por otra parte, y sin que pretenda ser un argumento concluyente, hay divergencia en el orden de palabras. Lebiens aparece delante del nombre Fronto y detrás del verbo ponit, mientras que levens está detrás del nombre (abreviado en su inicial F) y delante del verbo ponit. No es fácil explicar esa alteración cuando se presume la repetición de una estructura idéntica.
A pesar de todo, podría ser aceptable la inestabilidad en la grafía que, sin embargo, choca con la consistencia reiterada en escribir AVSTO dos veces, por Au(gu)sto. Desde Hübner, que cita un comentario de Mommsen, para la mayor parte de los autores Austo es otro barbarismo (3), aunque no sabemos si las incorrecciones son atribuibles al dedicante o al lapicida. En cualquier caso, de mejor o peor grado, Fronto asumió el trabajo del experto y aceptó, si la interpretación es correcta, Austo por Augusto.
Esa extraña alternancia gráfica lebiens/levens, ambas opciones incorrectas, podría resolverse si admitiéramos el posible paralelo que suscita una inscripción funeraria del Museo de Pontevedra (nº inv. 2018), fechable a finales del siglo I d.C. o en el II (4), en la que se menciona a un tal Fronto Loveiu(s) Seicuius, muerto a los 60 años y cuyo epitafio costearon sus dos hijos: Fronto / Loveiu[s] / Seicuius an(norum) / LX h(ic) s(itus) est m(onumentum) / f(aciendum) c(uraverunt) f(ilii) duo (5). Por analogía, podríamos sugerir para la línea 8 de nuestro epígrafe un F(ronto) Leveius, un siglo posterior al Fronto Loveius Seicuius de Pontevedra.
La acción ritual de Fronto se presenta como un crescendo informativo en el que el agente se va identificando progresivamente. En primer lugar, indica –sin especificar su onomástica– que ha depositado aquello que el espectador-lector está viendo. En segundo lugar, Fronto, empleando solo su praenomen, anuncia que se trata de un altar, como se puede constatar ante el ara que soporta la inscripción. En tercer lugar, se da una información más precisa tanto de su onomástica, al darse a conocer como Fronto Leveius, como acerca de las circunstancias en las que se hace entrega del monumento. Por consiguiente, no se trata, como se viene repitiendo desde Hübner, de un texto religioso, una oración o fórmula litúrgica, sin métrica clara, que estaría distribuida en cuatro estrofas, en la que la última parte no se relaciona con los versos precedentes (6). La repetición de vocablos no basta para deducir una formulación ritual y, por supuesto, nada sugiere que estemos ante un recuerdo de la fundación del mitreo (7).
El resto del texto epigráfico tiene problemas de diversa índole. Hay acuerdo en restituir solo una –A al final de la línea 10, aunque habría espacio para más de una letra. Esto afecta también a las líneas 11 y 12, para las que toda la crítica acepta la restitución de Hübner p[a]/[t]rem patr[a]/[t]um. Sin embargo, parece evidente que en la línea 11 cabe más de una letra tras la –R–, al menos: –VM. De este modo se restituye el título de pater patrum tal y como lo atestiguamos, por ejemplo, en la inscripción de la estatua oceánica de Mérida: G(aius) Acc(ius) Hedychrus / P(ater) Patrum (nº 1.01.02.08).
En la línea 12 quedarían sueltas las letras –VM, a las que en lugar de anteceder una T–, como se sostiene desde Hübner para formar patr[a]/[t]um, podríamos suponer una C-, para establecer la preposición cum antepuesta a un ablativo leon(ibus), pues hay espacio para ello. Las restituciones anteriores parece que se han dejado llevar no tanto por la alineación teórica del campo epigráfico, como por la línea de fractura de la piedra, por ello asumen que solo falta una –E, para formar leon(e), que gramaticalmente resulta incomprensible; excepto para Diego Santos, quien considera que se trata del antropónimo del pater (8). Frente a esa solución, la mayor parte de los estudiosos han asociado al hipotético leon(e) la M suelta de la línea 13, para hacer un acusativo leonem. La posición central y de mayor tamaño de la M en esa última línea hace muy improbable que sea la última letra de la palabra de la línea anterior.
Diego Santos la interpretó como m(onumentum). Tranoy, a quien sigue Mangas, propone M(ithrae). Al desagregar la M de la palabra anterior se logra concordancia entre leone y praesedente, pero esto sigue sin resolver los problemas interpretativos, pues no facilita el significado de ese leone junto con praesedente y un acusativo patrem. En todas las restituciones este acusativo persiste como elemento incongruente. Ahora bien, la propuesta de la sigla del teónimo aislado en la última línea no parece una opción válida, pues no parece la posición adecuada para el teónimo, ni tampoco se comprende que se haya optado por inscribir solo la inicial cuando había espacio para el teónimo completo. No sería fácil que un lector fuera capaz de interpretar esa M como la inicial del teónimo en dativo; no obstante, hay una posibilidad que permite mantener abierta esta posible restitución. Si aceptáramos para la línea 13 M(ithrae), el tercer ponit carecería de complemento directo. En la restitución que yo propongo el tercer ponit, en cambio no tiene dativo. Podríamos aceptar que, como en el primer ponit, el objeto es lo que el lector está viendo, el altar. Y en el juego del desvelamiento que manifiesta la inscripción, el sujeto del tercer ponit aparece en su plenitud onomástica, en coincidencia con la plenitud del teónimo M(ithrae). Sería, por tanto, coherente con la progresión a la que aludí más arriba, pero con la preservación de elementos no explícitos, tanto en la onomástica como en la teonimia, buscando de ese modo un juego de connivencias con el lector, probablemente iniciado en los misterios y, por tanto, potencial conocedor de todo el mensaje implícito en el texto epigráfico. Así se explicaría una M mayor que el resto de las letras. Sin embargo, creo que es una explicación demasiado forzada y ajena a lo que sabemos por la epigrafía mitraica. Tampoco sería de ayuda pensar en un acusativo M(ithram) como complemento directo del tercer ponit. Si lo erigido en este caso hubiera sido una estatua de Mitra, no se hubiera referido a ella como M(ithram), sino que hubiera empleado un término del tipo simulacrum o statuam. Cuestión distinta es que M(ithrae) se interpretara como un genitivo de pertenencia relacionado con el sustantivo leon(ibus), aunque “los leones de Mitra” no encuentran apoyatura epigráfica. Una última alternativa sería aceptar que pudiera haber una D- o una S- junto a la M-, para formar un grupo del tipo M(ithrae) D(eo) o M(ithrae) S(acrum), aunque supondría una posición dislocada, anómala. Pero, además, esta propuesta dejaría sin complemento directo al tercer ponit. En definitiva, la lectura más sencilla parece, pues, la propuesta por F. Diego Santos: M(onumentum).
En ausencia de un teónimo explícito, son elementos contextuales los que han conducido a relacionar este epígrafe con el culto de Mitra. En primer lugar, por la doble aparición del epíteto Invictus, el más frecuente de Mitra, aunque en ambos casos va acompañado por el infrecuente Augustus (9). En segundo lugar, el cargo institucional pater patrum, atestiguado como el más alto de la jerarquía mitraica. En tercer lugar, la mención de los leones, el conjunto de cultores iniciados en el cuarto grado. En estas circunstancias parece evidente que Fronto realiza la ofrenda de un altar ante una comunidad mitraica bien establecida.
Dice Quadrado que en el lugar donde se encontraba el altar se veían vestigios de un templo romano que, por las monedas y las inscripciones halladas en el lugar, se decía de época de Augusto; sin embargo, la primera mención del epígrafe hace patente que no estaba en su ubicación original. En San Juan de la Isla hubo un puerto romano, relacionado con las comunicaciones marítimas entre el NO de la Península Ibérica y Aquitania (10). En consecuencia, no es necesario indagar, como propuso García y Bellido, movimientos de tropas no documentados destinadas a la vigilancia de minas inexistentes, para comprender que la presencia de Mitra en estos parajes puede estar motivada por agentes no militares (11). En cualquier caso, lo importante es destacar que en la localidad de San Juan de la Isla hubo un asentamiento romano, sin duda vinculado a la actividad comercial derivada del tráfico marítimo y menos probablemente relacionado con la presencia de hipotéticos militares.
En relación con la propuesta de Adán - Cid sobre la localización del mitreo en la pequeña gruta localizada en la misma playa de San Juan de la Isla, es necesario indicar que no hay ningún dato que lo avale.
Es imposible determinar la situación socioeconómica de Fronto, pero parece haber gozado de un estatuto libre, de origen local. Ahora bien, la presunción de que la donación coincidiera con un acto fundacional, como arguyen Adán y Cid siguiendo a Mangas, es gratuita. Se basa en la idea de que el pater patrum tendría que haberse desplazado hasta San Juan de la Isla desde otro lugar, pues no habría varias comunidades mitraicas en la localidad que pudieran justificar la existencia allí de esa jerarquía religiosa. Su desplazamiento habría sido requerido no ya para presenciar la entrega del altar de Fronto, sino para consagrar un mitreo, como indicaría el término ponit (12). Sin embargo, no es imprescindible que haya varias comunidades mitraicas para que exista un pater patrum. En consecuencia, no hay que forzar lo que no dice el texto. No se indica explícitamente que estemos ante un acto fundacional, tampoco se infiere de forma implícita. Fronto ofrece su altar en presencia del pater patrum de la comunidad y del conjunto de los iniciados en el cuarto grado, los leones. Es decir, los mitraístas de la localidad están perfectamente organizados y Fronto busca un espacio de integración o empoderamiento en esa comunidad. La propia ausencia del teónimo Mitra hace aún más improbable la hipótesis fundacional. Fronto, nativo de donde fuera, podría ser un comerciante muy viajado e instruido que, en un momento de su vida, decide hacer una ofrenda en un mitreo que existía desde tiempo atrás. La intercomunicación marítima y viaria allí era notable, de modo que el origen del mitraísmo local ha de ponerse en relación con el contexto. Resultaría muy extraño que esa comunidad de astures decidiera revitalizar un culto que periclitaba en todos los escenarios con los que interactuaba, desde Finisterre hasta Aquitania; el lugar más cercano con culto mitraico es, precisamente, Burdeos, donde se documenta en el siglo II d.C., pero no hay certeza acerca de hasta cuándo perdura. Es decir, no se ve con claridad desde dónde habría “importado” Fronto el culto a partir de la segunda mitad del siglo III. Entre finales del siglo II y comienzos del III, en coincidencia con las inclinaciones religiosas animadas en la etapa final de los Severos, observamos una intensificación de la actividad religiosa relacionada con el Sol, Mitra, Isis, Serapis y otras deidades ajenas a los panteones locales tradicionales (13), contexto en el que debe integrarse el monumento del que nos ocupamos, al que no otorgaríamos una cronología muy posterior al año 200 d.C.
Notas
(1) GyB, 1948, p. 301.
(2) Adán – Cid, 1997, p. 271. Si el paralelo fuera relevante, la coherencia debería conducir a datar el altar de San Juan de la Isla en el siglo V y no en el IV, de modo que la cronología propuesta por las autoras parece más una aproximación prudente que una deducción consistente.
(3) En última instancia, por ejemplo, Adán – Cid, 1997, p. 270.
(4) Agradezco a Helena Gimeno la información que me ha facilitado sobre este documento, su apuesta cronológica y otros datos bibliográficos a propósito de la inscripción de san Juan de la Isla.
(5) Filgueira Valverde – D’Ors, 1955, p. 67, nº 40.
(6) GyB, 1948, p. 301.
(7) Así lo propuso sin fundamento Mangas, 1983, p. 174 y Mangas, 1990, p. 231.
(8) Diego Santos, 1985, p. 45.
(9) Las relaciones de Mitra con Augusto han sido recientemente analizadas por Mastrocinque, 2017, pp. 173-183.
(10) Fernández Ochoa –Morillo Cerdán, 1994.
(11) Santos Yanguas (2013) parce inclinado a revitalizar la presencia de elementos militares en la Asturias Transmontana (pp. 63-68), pero no extrae las conclusiones consecuentes; es decir, que el epígrafe podría ser integrado en el movimiento de intensificación de las expresiones de cultos orientales a finales de los Severos y que, en consecuencia, el documento de San Juan de la Isla no debería retrasarse más allá de los primeros años del siglo III. No obstante, la lectura que hace del epígrafe contiene errores y el resto del artículo no es de mayor ayuda.
(12) Adán – Cid, 1997, p. 272.
(13) Alvar, CEH, 2012, nos 182-184, pp. 130-132, y nº 192, pp. 138-140; Alvar, e.p. 1.
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