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1.01.01. Mitreo de la calle Espronceda
<p>En la primavera del año 2000, una excavación de urgencia en el nº 22 de la calle Espronceda de Mérida (Fig. 1.01.01.0a), sacó a la luz una estructura similar a la de los mitreos, aunque el ábside estaba destruido. Los muros perimetrales, en dirección NO.-SE. no superaban los 50 cm. de altura en el momento de su descubrimiento. A tenor de lo excavado se puede calcular que la nave tendría unos 5,5 m de ancho y unos 18 de largo, de los que sólo se ha podido recuperar un tercio (Fig. 1.01.01.0b). A ambos lados, dos bancos corridos (de 1,7 de fondo por 0,8 m de alto), cubiertos con mortero y pintados de blanco, enmarcan un pasillo de 2,10 m de ancho, con suelo de tierra batida, en el que se encontró lo que parece ser la parte baja de un altar (nº 1.01.01.01) y a su izquierda un receptáculo (nº 1.01.01.02), ambos de obra (Fig. 1.01.01.0c), como ocurre en el mitreo de los <i>Castra Peregrinorum </i>(Lissi-Caronna, 1986). El suelo del edificio presumiblemente se encontraba por debajo del nivel de calle, lo que articulaba un espacio semisubterráneo (Fig. 1.01.01.0d). Todos los indicios apuntan a la identificación de ese espacio con un mitreo, aunque en ausencia de epigrafía o estatuaria, es muy difícil garantizar su adscripción. La prolongación de los muros parece indicar que no se trata de una construcción aislada, sino integrada en un conjunto arquitectónico más grande. No se puede determinar si se accedía desde la calle directamente a la nave o si había un pronaos o vestíbulo, como se acredita en otros lugares (Shepherd, 1998, 63; Beccatti, 1954, 135). Cabe asimismo la posibilidad de que hubiera una entrada lateral que uniera el mitreo con el edificio en el que aparentemente está integrado, como en el mitreo de Lucrezio Menandro en Ostia (Becatti, 1954, 134). En el solar excavado se construyó una casa particular, por lo que no se han preservado los restos arqueológicos.</p>
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1.01.02. Materiales procedentes del Cerro de San Albín
<p>La primera estatua que se descubrió al construir la plaza de toros, en 1903, fue el Mercurio sedente. La Comisión de Excavaciones que presidía el propio Mélida se hace cargo de la extracción de los materiales del “filón arqueológico” que era el cerro. Especifica en ese momento Mélida que en 1902 se exhumaron seis estatuas, dos cabezas, varios fragmentos escultóricos y algunos epígrafes. En 1913 fueron siete las estatuas halladas, una cabeza, un crecido número de fragmentos, dos aras votivas y restos de otras, a lo que se añade otra cabeza descubierta en 1914. La importancia de los hallazgos tuvo su reconocimiento internacional a partir de los comentarios de Cumont (1905), de Vasconcellos (1913, pp. 334-341), de Paris (1914a, pp. 316-389; 1914b, y 1914b, pp. 292-296 y 1914c, pp. 1-31), de Lantier (1918), por citar a los más renombrados.</p>
<p>García y Bellido (1948, pp. 313-321 y 1967, pp. 26-33) dio forma bastante definitiva al conjunto de los materiales y lo integró en la colección de objetos mitraicos de la Península. Su catálogo se ha mantenido como base para todos los estudios sobre mitraísmo peninsular y, a pesar de las novedades, los intentos de actualización no han logrado el formato compacto de aquel. El conjunto de materiales es espectacular y constituye una de las partes más atractivas del Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, una joya arquitectónica que alberga una magnífica exposición en un modelo museístico de excelente calidad. Los fondos no exhibidos aún siguen ofreciendo novedades importantes, como veremos inmediatamente después.</p>
<p>La opinión generalizada en la bibliografía, desde Mélida (1914, p. 444), es que el mitreo tenía que localizarse en el solar en el que se produjeron los hallazgos, aunque persisitía la duda por la ausencia de restos de construcción. Bendala ha defendido su convicción que no ha podido corroborar al no haber logrado excavar en el coso<i> </i>(36). No supuso confrontación con esta firme creencia el hallazgo del mitreo de la calle Espronceda (nº 1.01.01) por motivos diversos. Como se ha adelantado, la propia arqueóloga desligaba ambos conjuntos por una cuestión cronológica: el mitreo excavado apenas estuvo en uso en el siglo II, mientras que la fundación del mitreo constatado epigráficamente es de mediados de ese siglo, a pesar de lo cual Cacciotti (2008, p. 181) reabre la cuestión sin ahondar en ella (37). Razón no menos grave es que el tamaño del mitreo de la calle Espronceda es demasiado pequeño para haber podido albergar toda la estatuaria y altares procedentes del cerro. Podemos, en consecuencia, afirmar a partir del conocimiento que proporcionan los datos actuales que hubo en <i>Emerita </i>al menos dos mitreos sucesivos. Creo que frente a una distinción numérica, frecuente en otros lugares, puesto que la razón de su conocimiento es diferente y de distintos momentos, no es fácil adjudicar el “1” a uno u otro. Como desde la perspectiva histórica el excavado es menos importante, optaré por una denominación que evite confusiones y permita una identificación inmediata. Será, pues, este el Gran Mitreo de Mérida y el de la calle Espronceda el Pequeño Mitreo.</p>
<p>Abordamos a continuación la colección del Cerro de San Albín, correspondiente al Gran Mitreo, que, como señala Blázquez, hubo de ser uno de los más importantes del Imperio (38). Para facilitar el acceso al conjunto, he separado los altares de las estatuas; éstas, a su vez, han quedado divididas entre las que llevan inscripción y las que no la tienen. Sin embargo, antes de prestar atención pormenorizada a los materiales conviene destacar el resultado de una importante investigación (Lapuente - Nogales - Royo - Brilli, 2014, pp. 333-354) en la que se ha llevado a cabo el estudio arqueométrico de 51 esculturas y elementos decorativos de mármol del Museo Nacional de Arte Romano de Mérida fechadas entre el siglo I a.C. y el II d.C. El resultado ha revelado el origen del mármol, en ocasiones procedente de Turquía, de Grecia, de Carrara y de Estremoz. Para nuestros intereses concretos, se despeja una duda sobre el carácter local o de importación de la estatuaria del Cerro de San Albín. En su inmensa mayoría está realizada con mármol blanco de Borba, del anticlinal de Estremoz. El alcance de la constatación es enorme, pues implica una infraestructura mayor, en términos técnicos y de visibilidad, que si las estatuas de culto hubieran sido de importación. Significa, además, el establecimiento de artistas peregrinos en la ciudad para acometer la tarea de esculpir toda la estatuaria y, junto a ello, la capacidad de intervención más inmediata del contratista sobre el trabajo. El producto importado, por su parte, tiene otras implicaciones, entre las cuales está el nada desdeñable incremento del coste añadido a la compra de un bien acabado. El prestigio de la obra concluida en un afamado taller lejano había de tener repercusiones en su recepción y en su calidad no ya como obra artística, sino en su función religiosa.</p>
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1.02.01. Mitreo (1)
Las ruinas descubiertas en la punta de la estrecha península de Tróia (2) corresponden presumiblemente la Καιτόβριξ de Ptolomeo II, 5,2; Catobrica en Itin Ant. 417, 1; Rav. 306, 18. No ha habido unas excavaciones sistemáticas y la zona ha sufrido alteraciones como consecuencia de los procesos urbanísticos modernos. No obstante, en la actualidad hay una actuación constante gracias al interés del Tróia Resort, la entidad que explota turísticamente la zona y que promueve la valorización de las ruinas romanas de Tróia con un equipo arqueológico. En las proximidades de la basílica paleocristiana, convertida después en necrópolis (Pedroso, 2001, pp. 305-308; Pinto, Magalhâes, Brum, Almeida, 2014), fue hallado el relieve mitraico objeto de atención en el número siguiente. Ese hallazgo bastaría para afirmar que en Tróia, un hábitat esencialmente dedicado a la pesca y a la salazón, hubo una comunidad mitraica que veneraba a Mitra. El mitreo no ha sido hallado, pero hay indicios de que pudiera encontrarse en la zona NO de la basílica. En el espacio H del plano (Fig. 1.02.01), se ha localizado, por debajo del muro exterior de la basílica, un escalón de acceso a una habitación, aún no excavada, que estaría por debajo del nivel de la calle colindante. Que sea esa la localización precisa del mitreo no se podrá determinar hasta que se proceda a la excavación. García y Bellido (1948, pp. 305-306) se refiere así al lugar de hallazgo del tríptico: «En fecha que no he podido precisar, pero que cae hacia el año 1925, poco más o menos, se descubrieron dispersos en la ruina de una casa, en una estancia a modo de corredor (el lugar está cercano a lo que llaman «Bõca da Lagoa”, en la punta de la lengua de Troia), cinco fragmentos de un relieve mitraico…». Sin embargo, Costa, vincula el hallazgo a las exploraciones de la Sociedades Arqueológica Lusitana que dieron inicio en 1850; no indica en qué año se produjo el descubrimiento de los fragmentos del relieve, pero indica que aparecieron en una casa estrecha, en forma de corredor. El lugar exacto de hallazgo del tríptico no tiene por qué coincidir con la localización del mitreo, pues pudo haber sido trasladado; pero el hecho de que aparecieran los fragmentos sobre el suelo de esa estancia alargada podría ser indicio de que aquel era el verdadero lugar del mitreo. García y Bellido vincula a este conjunto una lucerna con representación de Helios (nº 1.02.01.02) y una cabeza de Júpiter Amón que Resende habría visto en el siglo XVI sobre la puerta de la capilla de Nossa Senhora do Rosário de Tróia (denominada «dos Prazeres» por Costa, al que sigue García y Bellido), erigida en el siglo XV. Sin embargo, Costa (p. 5) precisa que la lucerna había aparecido en otra casa. Puntualiza más García y Bellido la descripción del lugar de hallazgo, presumiendo que se produjo en el propio mitreo: «Los cinco fragmentos relivarios fueron hallados, dispersos y dentro de una cámara estrecha de unos dos metros de anchura y con una longitud de unos doce, es decir, con proporciones semejantes, aunque más reducidas, que las que suelen presentar algunos mithraea. De no ser este el santuario propiamente dicho, sería su pórtico, tras del cual, en Tróia, sigue una cámara de dimensiones más holgadas, pero desconocidas, por no haber sido excavada en su totalidad. Es muy posible que estos restos sean reliquias del antiguo mithraeum. A ello viene a ayudar el detalle de que en el mismo lugar apareció un cementerio de inhumación y restos considerables de una casa con pinturas parietales, entre las que se ha salvado casualmente un crismón, del que solo se ve, pero es bastante, uno de los brazos de la Chi y la Omega. A mayor abundamiento, en el mismo lugar se alzó, sin duda como recuerdo y en la tradición de este antiguo santuario cristiano, la capilla de Nossa Senhora dos Prazeres».
No es posible dar una fecha en ausencia de excavación; aunque si la pieza siguiente está bien datada, el mitreo estaría en funcionamiento entre el siglo II y el III d.C.
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3.01.01. Supuesto mitreo en Can Modolell
<p>Yacimiento situado a unos 130 km al nordeste de la capital provincial, <i>Tarraco</i>, a unos 30 de Barcelona siguiendo la línea de costa y a 5 km de Cabrera de Mar. El yacimiento no ha sido excavado en su totalidad, pues falta todo el cuadrante NO. y no hay una publicación adecuada de la evolución arquitectónica del espacio. Su descubrimiento fue casual en 1974 y los restos actualmente visibles son producto de las actuaciones de la Secció Arqueològica del Museu de Mataró entre los años 1974 y 1984, por lo que los hallazgos se conservan en el museo de esta localidad. Una intervención en 1999 permitió determinar la planimetría como la conocemos ahora. La última intervención, de 2011, estableció el límite norte del yacimiento y confirmó la ausencia de otras construcciones romanas en los alrededores. Se trata de un gran espacio con diferentes edificios, interpretados bien como construcciones de una villa romana de explotación agraria compuesta por varias estructuras, o bien como espacio sacro desde sus orígenes, quizá incluso de época ibérica tardía. Sin embargo, no parece que haya una continuidad formal, funcional, ni espacial entre los restos ibéricos y los altoimperiales. En su conjunto, el área excavada abarca más de 350m2, aunque se estima en más de 1000 m2 el espacio arqueológico. Los primeros materiales romanos son de época augustea, pero no van acompañados de construcción. El origen de las edificaciones romanas se sitúa entre el período de Tiberio y el de Claudio, probablemente en conexión con la propia remodelación de <i>Iluro </i>y su territorio al obtener la municipalidad. En la segunda mitad del siglo II el conjunto adquiere un aspecto mucho más estructurado por una serie de intervenciones sobre las que no hay acuerdo si se acometen simultáneamente o de forma progresiva. El hecho es que hacia mediados del siglo II, el conjunto se dota de una entrada monumental con continuidad en un criptopórtico, en el que supuestamente se instalaría un mitreo, idea no compartida por algunos autores (Clariana <i>et alii</i>, 2000, 165-200). En algún momento del siglo III o del IV, el complejo cayó en desuso, las estructuras colapsaron –sin que se pueda determinar si hubo acción violenta– y el espacio quedó cubierto por tierra. En la segunda mitad del siglo V se establecen nuevas edificaciones sobre el estrato de abandono.</p>
<p>La documentación parece indicar que en Can Modolell se veneraban otras divinidades al margen de Mitra, Neptuno, con casi total seguridad y una divinidad femenina no identificada, según se indica más adelante. La mayor parte de los hallazgos destacados, mármoles de importación, bronces y dedicatorias en bronce, corresponden a este período cronológico. Una inscripción, fechada en época augustea, conmemora una <i>erogatio stipis</i>, un reparto realizado por los magistrados locales. Es, sin duda, anterior a los materiales mitraicos, lo que podría avalar la hipótesis de que el lugar era ya sacro antes de que se ofrecieran los primeros objetos mitraicos. En esa dirección apuntan asimismo la inscripción de <i>Aphnius</i>, un liberto de <i>Paccius Saturninus</i>, procurador de Vespasiano, que corrobora el uso del espacio en la segunda mitad del siglo I d.C. y la <i>tabula ansata </i>dedicada en el último tercio del siglo I d.C. por <i>M</i>(<i>arcus</i>) <i>Flavius Moschus</i>, a una divinidad que no se reconoce, aunque se ha sugerido que fuera Silvano. Es muy probable que el dedicante sea un liberto Flavio. Todos estos hallazgos parecen corroborar la existencia de un espacio cultual en la segunda mitad del siglo I d.C., en el seno de una propiedad imperial (1), donde se acondicionaría, ya en el siglo II, quizá un ambiente específicamente mitraico o incluso un mitreo. En cualquier caso, la epigrafía conservada da preeminencia a Mitra, no sabemos si como deidad única venerada a partir de un determinado momento o como divinidad que comparte un espacio sacro previo en el que cohabita con otras deidades. Tanto en uno como en otro caso, el espacio reacondicionado hacia mediados del siglo II proporciona un valor simbólico adicional a la historia del lugar, pues un nuevo dios ocupa un lugar ancestralmente sacro quedando así legitimado. Otra alternativa sería admitir que Mitra accede a ese espacio sacro de la mano de sus devotos no en exclusividad, sino compartiéndolo, de tal modo que no podríamos hablar en propiedad de la existencia de un mitreo.</p>
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3.01.01. Supuesto mitreo en Can Modolell
<p>Supuesto mitreo en Can Modolell, yacimiento situado a unos 130 km al nordeste de la capital provincial, <i>Tarraco</i>, a unos 30 de Barcelona siguiendo la línea de costa y a 5 km de Cabrera de Mar. El yacimiento no ha sido excavado en su totalidad, pues falta todo el cuadrante NO. y no hay una publicación adecuada de la evolución arquitectónica del espacio. Su descubrimiento fue casual en 1974 y los restos actualmente visibles son producto de las actuaciones de la Secció Arqueològica del Museu de Mataró entre los años 1974 y 1984, por lo que los hallazgos se conservan en el museo de esta localidad. Una intervención en 1999 permitió determinar la planimetría como la conocemos ahora. La última intervención, de 2011, estableció el límite norte del yacimiento y confirmó la ausencia de otras construcciones romanas en los alrededores. Se trata de un gran espacio con diferentes edificios, interpretados bien como construcciones de una villa romana de explotación agraria compuesta por varias estructuras, o bien como espacio sacro desde sus orígenes, quizá incluso de época ibérica tardía. Sin embargo, no parece que haya una continuidad formal, funcional, ni espacial entre los restos ibéricos y los altoimperiales. En su conjunto, el área excavada abarca más de 350m2, aunque se estima en más de 1000 m2 el espacio arqueológico. Los primeros materiales romanos son de época augustea, pero no van acompañados de construcción. El origen de las edificaciones romanas se sitúa entre el período de Tiberio y el de Claudio, probablemente en conexión con la propia remodelación de <i>Iluro </i>y su territorio al obtener la municipalidad. En la segunda mitad del siglo II el conjunto adquiere un aspecto mucho más estructurado por una serie de intervenciones sobre las que no hay acuerdo si se acometen simultáneamente o de forma progresiva. El hecho es que hacia mediados del siglo II, el conjunto se dota de una entrada monumental con continuidad en un criptopórtico, en el que supuestamente se instalaría un mitreo, idea no compartida por algunos autores (Clariana <i>et alii</i>, 2000, 165-200). En algún momento del siglo III o del IV, el complejo cayó en desuso, las estructuras colapsaron –sin que se pueda determinar si hubo acción violenta– y el espacio quedó cubierto por tierra. En la segunda mitad del siglo V se establecen nuevas edificaciones sobre el estrato de abandono.</p>
<p>La documentación parece indicar que en Can Modolell se veneraban otras divinidades al margen de Mitra, Neptuno, con casi total seguridad y una divinidad femenina no identificada, según se indica más adelante. La mayor parte de los hallazgos destacados, mármoles de importación, bronces y dedicatorias en bronce, corresponden a este período cronológico. Una inscripción, fechada en época augustea, conmemora una <i>erogatio stipis</i>, un reparto realizado por los magistrados locales. Es, sin duda, anterior a los materiales mitraicos, lo que podría avalar la hipótesis de que el lugar era ya sacro antes de que se ofrecieran los primeros objetos mitraicos. En esa dirección apuntan asimismo la inscripción de <i>Aphnius</i>, un liberto de <i>Paccius Saturninus</i>, procurador de Vespasiano, que corrobora el uso del espacio en la segunda mitad del siglo I d.C. y la <i>tabula ansata </i>dedicada en el último tercio del siglo I d.C. por <i>M</i>(<i>arcus</i>) <i>Flavius Moschus</i>, a una divinidad que no se reconoce, aunque se ha sugerido que fuera Silvano. Es muy probable que el dedicante sea un liberto Flavio. Todos estos hallazgos parecen corroborar la existencia de un espacio cultual en la segunda mitad del siglo I d.C., en el seno de una propiedad imperial (1), donde se acondicionaría, ya en el siglo II, quizá un ambiente específicamente mitraico o incluso un mitreo. En cualquier caso, la epigrafía conservada da preeminencia a Mitra, no sabemos si como deidad única venerada a partir de un determinado momento o como divinidad que comparte un espacio sacro previo en el que cohabita con otras deidades. Tanto en uno como en otro caso, el espacio reacondicionado hacia mediados del siglo II proporciona un valor simbólico adicional a la historia del lugar, pues un nuevo dios ocupa un lugar ancestralmente sacro quedando así legitimado. Otra alternativa sería admitir que Mitra accede a ese espacio sacro de la mano de sus devotos no en exclusividad, sino compartiéndolo, de tal modo que no podríamos hablar en propiedad de la existencia de un mitreo.</p>
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3.03.01. Espléndida villa marítima de Els Munts en Altafulla, con un posible mitreo.
<p>A unos 12 km. al norte de Tarragona, entre la necrópolis donde se alza la Torre de los Escipiones y el Arco de Bará, sobre un promontorio costero se encuentra la villa romana de Els Munts, la más grande de todo el territorio tarraconense (Fig. 3.03.01) (1). A mediados del siglo XX comenzaron las excavaciones más o menos sistemáticas que sacaron a la luz el triclinio con sus mosaicos, así como el extremo del corredor porticado situado por debajo del nivel de la villa, por lo que es denominado “criptopórtico” (Sánchez Real, 1971). Desde entonces se ha actuado en las termas situadas en la playa, y sobre todo en el área principal de la villa. Entre 2004 y 2005 se orientó la atención hacia el pórtico de acceso a los baños meridionales y el sector al este del <i>triclinium</i>, lo que dio lugar a la localización del mitreo. La excepcional importancia del yacimiento facilitó su Declaración de Conjunto Histórico-Artístico y Arqueológico de carácter nacional (RD 529/1979, de 2 de febrero) y de Bien Cultural Interés Nacional (BCIN) por la ley de patrimonio cultural catalán de 1993. En 1986 había sido incluido en Plan Nacional de Parques Arqueológicos. En el año 2000, la villa romana dels Munts fue declarada patrimonio mundial por la UNESCO como parte del conjunto arqueológico de <i>Tarraco</i>. La villa fue construida muy a comienzos del siglo II en un altozano, orientada a mediodía y articulada en terrazas ajardinadas con edificios independientes que ocupaban desde la playa, donde había una instalación termal, hasta la parte más elevada, ocupada por la residencia principal abierta a un peristilo desde el que se dominaba la propiedad. Se trata de una majestuosa villa aristocrática al servicio de las necesidades y ocupaciones del gran propietario, la riqueza de sus mosaicos, la calidad de sus esculturas y de sus frescos, su tamaño, lo atestiguan. Un sello personal y un <i>titulum pictum </i>con mención de <i>Auitus</i>, permiten saber que a mediados del siglo II su propietario era <i>Gaius Valerius Auitus</i>, enviado por el emperador Antonino Pío a <i>Tarraco</i>, ciudad de la que fue dunviro (García - Macias - Teixell, 1999, pp. 278-279). A lo largo de su existencia, la villa conoce algunas intervenciones, una de las cuales, poco después de iniciado el siglo II, habilitó el mitreo. Hacia el año 275 un incendio afecta a buena parte del edificio principal que se abandona. Poco a poco parece que el lugar se ocupa de forma precaria, pero en el siglo IV los indicios permiten suponer que hay una recuperación arquitectónica del edificio principal, que nunca alcazará la majestuosidad de la época altoimperial. El mitreo se edifica cuando la villa ya estaba funcionando, según se deduce de su irregular inserción en el conjunto, pero los materiales relacionados con el proceso de construcción no permiten afinar la cronología. La fase final de vida del edificio cultual se pone en relación con la colmatación de los sumideros de desagüe, que se fecha por una moneda de Alejandro Severo de 234. El derrumbe del edificio de culto tiene lugar en la segunda mitad del siglo IV.</p>
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3.03.01.01. Mitreo
<p>El estado de preservación es muy malo debido a los saqueos posteriores a su destrucción y a la actividad agrícola posterior (Fig. 3.03.01.01b). Sin embargo, la disposición del pronaos, sala y área de culto parece muy clara. La planta trapezoidal del pronaos, de 29 m2, responde a la necesidad de adecuar el ensamblaje de la nave, que no sigue la disposición ortogonal de toda la villa, sino que tiene una desviación probablemente motivada por necesidades de orientación solar. La sala cultual parece haber tenido el suelo algo más bajo que el corredor de acceso, quizá con la intención de simular la gruta, de 30 x 8 m. un tamaño enorme, sólo comparable al que se destruyó, sin excavación, en Maguncia en 1976, al que se ha estimado una longitud de también 30m (1). Una banqueta de 60 cm de fondo recorre buena parte del lado norte de la gruta, el resto se ha perdido (Fig. 3.03.01.01c). Entre los dos <i>podia </i>había un pasillo de 26 m de largo por unos 3,60 de ancho, hacia la mitad del cual se localizó <i>in situ </i>los restos de una basa de estatua y, por debajo de los niveles de colmatación, también hacia la mitad del pasillo central, restos de un grupo escultórico no identificable (Fig. 3.03.01.02.01, en p. 169) y otra ara anepígrafa (Fig. 3.03.01.01d). Los restos de unos bloques en el suelo parecen indicar que una fila de columnas sustentaba la parte central del techo; esas columnas servirían para delimitar la caverna en siete segmentos, tal vez relacionados con los grados iniciáticos y la distribución de los miembros de cada grado en esos segmentos. Quedan restos de la decoración parietal, muy dañada, pero que permiten saber que las paredes iban pintadas en rojo. En el extremo de los bancos más próximo a la puerta de entrada hay sendas escaleras de acceso y junto a la del podio meridional se halló una basa de estatua anepigrafa; en el lado opuesto se detectó la impronta de otra. Sugiere Remolà (1999, p. 6) con verosimilitud que sobre ellas irían las estatuas de los dadóforos. Hacia la mitad de los bancos se han detectado en el lado septentrional un receptáculo cuadrangular y, en el otro, circular, con desagüe. Ambos tuvieron una función ritual vinculada con el agua. Al pie del podio se localizan restos de un altar triangular hueco de piedra local y una canalización (fig. 3.03.01.01e) (2). Fragmentos escultóricos dispersos (de antiguas excavaciones), e incluso restos de un horno doméstico, también se han localizado en el curso de las nuevas investigaciones, realizadas en sucesivas campañas desde 2004 (3). También es de destacar el hecho de que se trate de un edificio construido <i>ex novo </i>sin condicionantes ni limitaciones de espacio. En efecto, en la remodelación emprendida en la primera mitad del siglo II, un antiguo pórtico se convierte en corredor de acceso al espacio cultual. A comienzos del siglo III los espacios entre los pilares del pórtico se ciegan, con lo que se consigue un efecto adecuado para la actividad cultual, que se sitúa en contacto con la <i>ambulatio </i>que articula el conjunto arquitectónico residencial, como nexo entre el núcleo de la villa, el jardín, el <i>triclinium </i>y los baños meridionales. Exteriormente se adosaría al cuerpo del <i>triclinium</i>, con la fachada meridional mirando a los baños entorno a una hipotética palestra. Una posición arquitectónicamente relevante en el conjunto de la villa. Se trata con total verosimilitud del mitreo privado de un destacado funcionario imperial; en él rendían culto los miembros de la <i>familia </i>del propietario, incluidos sus esclavos y libertos. Los materiales recuperados indican que la amortización del espacio cultual se produjo avanzada la segunda mitad del siglo IV.</p>
<p>El mitreo es de dimensiones comparables al documentado en las Terme di Caracalla en Roma (23 x 10 m), el más grande de los conservados, junto con el de Sárkeszi, en Panonia Inferior, que tenía el mismo tamaño; el mitreo III de <i>Carnuntum </i>tenía 23 x 8,5 (4). Por su magnitud, se puede evaluar el carácter extraordinario que posee es mitreo, inserto en una villa, circunstancia poco frecuente, pero que ha suscitado un interés creciente. En Hispania podría compararse con el caso de Can Modolell (3.01.01), si verdaderamente se tratara de una villa con mitreo y no un santuario de peregrinación. Son diferentes los casos de Cabra, una villa suburbana (2.04.01), y de Lugo (3.08.01), donde el mitreo está enclavado en una <i>domus intra muros</i>. En cualquier caso, Els Munts presenta unas particularidades que lo hacen excepcional también, por la suntuosidad de la villa en la que está el mitreo. Ese carácter singular de la villa contribuye a la reconstrucción del proceso de implantación y recepción del mitraísmo en la Tarraconense. Desde el punto de vista de la articulación de los elementos en el interior del mitreo, la alteración en la estructura de los bancos en su parte central para permitir la presencia de dos hoquedades, una rectangular y la otra circular, me hace pensar que su misión es determinar el lugar por el que se produce la apogénesis y la génesis, es decir, el lugar por el que las almas descienden a la tierra y por el que migran. Estos orificios adquieren formas diferentes en los distintos mitreos en los que se han detectado. Esos últimos orificios parecen documentarse en el mitreo pequeño de Mérida; por el contrario, la destrucción de los bancos no ha permitido su preservación en el de Lugo.</p>
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3.09.01. Mitreo de Lugo
<p>Con motivo de la rehabilitación del Pazo de Montenegro –situado en la Plaza de Pío XII, nº 3– para convertirlo en sede del Vicerrectorado de la Universidad de Santiago del Campus de Lugo se produjo el hallazgo de restos romanos de notable envergadura. Llevadas a cabo las correspondientes excavaciones, se ha documentado una gran <i>domus </i>altoimperial que albergaba en su interior un mitreo, cuya planta se conserva prácticamente íntegra. La identificación del espacio como mitreo está corroborada por la aparición de un altar dedicado al dios Mitra (nº 3.09.02.) entre otros materiales (Fig. 3.09.01b), entre los que cabe destacar varias lucernas y pequeños fragmentos de bronce que podrían haber formado parte del relieve de la tauroctonía (Fernández Ibáñez, 2011, nº 9, pp. 78 y 134, figs. 6-7). La <i>domus </i>sufrió una destrucción parcial hacia el año 260 al producirse la reconstrucción de la muralla de la ciudad, momento en el que incluso se instaló un molino de harina en una de las dependencias, tal vez con el propósito de suministrar harina a los trabajadores de la muralla. A pesar de esa intervención en el espacio de la <i>domus</i>, el mitreo, que había sido construido a comienzos del siglo III, continuó en uso hasta 320-350 d.C. Todas las monedas exhumadas corresponden al período que va de 250 a 350 d.C.</p>
<p>La habitación destinada a mitreo es una construcción nueva que se acomete a comienzos del siglo III d.C. Su estructura es rectangular. Tiene 15.7 m de largo por 7 m de ancho, con un pasillo central a cada uno de cuyos lados había cinco pilares equidistantes de una altura indeterminable. Da la impresión de que hubieran servido de base a los <i>triclinia </i>en los que se recostaban los miembros de la comunidad o para sustentar la techumbre de la habitación. No hay ningún otro elemento arquitectónico que vincule el edificio al culto de Mitra. No se conserva el ábside para colocar la tauroctonía. Entre los pilares cuarto y quinto del muro sur, por donde debería estar la entrada, dos paredes paralelas estrechan el pasillo central. En el centro del pasillo en ese preciso lugar había una basa fabricada con ladrillos, en la que originalmente se encontraba el altar (nº 3.09.01.01a). Por detrás se encontraría el ábside con la representación de la tauroctonía, de la que no quedan vestigios (Fig. 3.09.01.c). Todo ello ha quedado por debajo de construcciones modernas. La puerta principal estaría situada probablemente en la fachada opuesta al ábside, como es habitual, pero tampoco quedan restos de ella. Sí son visibles, en cambio, trazas de lo que pudo ser un nártex o antesala (Fig. 3.09.01d) (1). La superficie de la cella ronda los 110 m2, a los que habría que añadir alguna de las habitaciones adyacentes cuya función estaría relacionada con las actividades rituales o de servicio. En definitiva, pues, se trata de un mitreo inserto en una casa particular, probablemente la residencia del jefe del destacamento de la <i>Legio VII Gemina </i>establecido en <i>Lucus </i>para la vigilancia y defensa de la ciudad. Este mitreo se construye a comienzos del siglo III y permanece en uso hasta el 320-350 aproximadamente.</p>
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FC2.08.01. Tumba del Elefante.
<p>Descubierta en 1880, las excavaciones comenzaron cinco años más tarde. Se trata de un espacio singular en la necrópolis de Carmona. Es un hipogeo situado en el extremo noroccidental del conjunto arqueológico, concretamente junto a la calle J. Bonsor, fuera de los muros de la ciudad. Una escalera de ocho peldaños, orientada al este, da acceso a un espacio excavado en la roca. La escalera desemboca en una antesala, cubierta por una bóveda tallada, en cuyo lado derecho hay una hornacina. Desde allí se accede a un pasillo que atraviesa un espacio rectangular abierto, al que divide en dos espacios. El primero, situado al norte, se eleva por medio de un muro de sillares con pilares y escalera de acceso, junto al muro oeste; en su mitad oriental hay un triclinio. El segundo, al sur, está tallado en la roca y presenta tres pilares sobre elevados con respecto al pasillo; se accede a ese espacio, asimismo triclinal, por una escalera central. Un depósito recoge las aguas del ninfeo situado en el muro meridional. El ninfeo es una compleja estructura hidráulica, alimentada por un pozo situado en el área abierta. Un canal une el pozo con una hornacina decorada con un relieve con figura sedente, desde la que mana el agua hasta el depósito. Frente a la fuente, en la pared norte de este espacio, se abre una cámara doble. En la primera hay dos bancos afrontados entre los que se localiza un pedestal. Mediante un vano se accede a la segunda habitación, de tamaño más reducido, también con dos bancos en paredes contiguas. Siguiendo el pasillo y tras superar este espacio, se accede a tres cámaras. La septentrional es una gran galería de sección parabólica, dividida en dos por un murete de mampostería; en la primera hay un pedestal de obra sobre el que Fernández López y Bonsor colocaron una estatua de elefante; en la segunda, más grande, hay seis nichos, y que correspondería a la cámara funeraria. Al frente se sitúa la cámara principal con un gran triclinio; su puerta está flanqueada por sendos nichos, uno de los cuales está cortado por una ventana abierta con posterioridad que da a la estancia del elefante. Sobre la puerta está tallada la ventana oblicua, clave para la interpretación del monumento. Entre el pasillo central y el pozo un acceso conduce a una estancia considerada como cocina, con un poyo, banco corrido y posiblemente una chimenea.</p>
<p>Es el conjunto más complejo de todo el recinto necropolitano. Por su contexto arqueológico se interpretó que se trataba de una imponente tumba familiar (Fernández López, 1886). En esa misma línea, Fernández-Chicarro (1969, p. 23) sugirió que se trataba de la sede de un colegio funeraticio. En su estudio sobre la necrópolis de Carmona, Bendala (1976, pp. 49-72) propuso que se trataba de un santuario metróaco, oponiéndose de ese modo a la opinión dominante hasta entonces de que se trataba de un espacio necropolitano excepcional. Sus razones se basaban en la orientación de la cámara principal hacia el amanecer del solsticio de invierno y en el significado de las esculturas encontradas: un Atis, un elefante y el relieve que representaría un sacerdote; incluso llegó a proponer con titubeos una cronología en la primera mitad del siglo I d.C. (Bendala, 1976, p. 65). Vermaseren (1986, p. 62) pensó que no se trataría de un santuario, sino de la tumba de un sacerdote. Poco después, Fear (1990) refuta a Bendala y regresa a la interpretación funeraticia familiar.</p>
<p>El análisis arqueológico más reciente propone cuatro fases en la historia del monumento. La primera corresponde a su construcción: un edificio subterráneo, al que se accede por una escalera de madera, con una gran sala central dividida en tres naves, la central algo deprimida. Al frente se abra una habitación doble, una de las cuales conserva un pedestal. En el lateral sur del edificio había una hornacina de la que surgía agua a un contenedor, procedente de un pozo a través de una canalización. Al fondo se sitúa la cámara principal, sobre elevada en relación con la nave central, que se ilumina mediante una ventana inclinada. A todo ello se añaden estancias adicionales.</p>
<p>La segunda fase conoce la división en dos de la galería, para construir en una parte la cámara funeraria, mientras que la otra aloja el pedestal. Esta reforma no parece haber afectado al funcionamiento previo del conjunto; se trataría de una reforma.</p>
<p>La tercera fase, en cambio, parte de una remodelación radical, pues se elimina la cubierta de la gran sala central, se talla un triclinio en la cámara principal, se amplía la nave norte para dar cobijo a un triclinio y se crea otro en la nave sur. Además, se preparan arriates para colocar plantas trepadoras. La cuarta fase corresponde al abandono del edificio, que se llena de escombros, aunque el espacio sigue usándose como lugar de enterramientos.</p>
<p>A partir de la orientación de la ventana se ha propuesto una nueva interpretación del significado simbólico y religioso del monumento, en virtud de la cual, se trataría en realidad de un mitreo (Jiménez-Carrasco, 2012, pp. 119-139). La argumentación es puramente especulativa. No proporciona ninguna razón que no sea circular para sostener la hipótesis mitraica. De hecho, no resuelve ninguno de los problemas planteados y genera otros adicionales que ni siquiera son abordados. ¿Qué hacen un elefante o un Atis en un mitreo? ¿Qué hace un mitreo en una necrópolis? Los rayos de luz siempre entran en algún momento por un orificio orientado. Solsticios y equinoccios son momentos comunes a muchas celebraciones dispares. Es necesario más rigor para especular con el mitraísmo.</p>
<p>La ventana entre la cámara principal y el pedestal del elefante fue realizada en un momento posterior al del funcionamiento del monumento (Fernández López, 1886, p. 51) y Bendala lo explicó como una reforma necesaria para corregir un error de cálculo de los constructores (Bendala, 1976, p. 51).</p>
<p>Muñoz García-Vaso (1997, p. 173) había apuntado que se podría tratar de un mitreo, aunque no aducía ningún argumento al respecto, simplemente afirmaba que contiene claros indicios mitraicos. Por su parte, Barrientos (2001, p. 379) también se hace eco de esta sospecha, sin aludir al autor anterior y sin ofrecer tampoco razón para tal atribución.</p>
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FC2.12.01. Las excavaciones realizadas en la villa romana de Fuente Álamo
<p>Las excavaciones realizadas en la villa romana de Fuente Álamo, desde 1982, han sacado a la luz un complejo arqueológico, que inicialmente parece haber sido un <i>balneum</i>, presumiblemente abandonado a mediados del siglo II y convertido en la segunda mitad del siglo III en una enorme villa, aunque carente de suntuosidad. Los suelos no parecen pavimentados, sino de tierra apisonada. Un siglo más tarde se emprende intensamente la redecoración de la villa, cuya habitación nº 10 interpretada como posible mitreo (Fig. 2.07.01a). Es muy probable que esa habitación hubiera tenido con anterioridad otra función, porque en cierto momento se cegaron sus hornacinas, con la intención de evitar la iluminación externa. La habitación está dividida en tres cuerpos, dos de los cuales corresponderían a las dos bancadas, de las que no hay huellas. Dado que toda la estancia está pavimentada con un mosaico, de motivos geométricos en blanco y negro, debemos suponer que en este caso los bancos eran de madera. En el pasillo central, situado en una cota unos 15 cm más baja que los laterales, se aprecian los restos de lo que pudo haber sido el altar, aunque lo que resulta ahora visible es un hogar tardoantiguo. Las paredes debieron estar recubiertas con estuco y presentan restos de fuego. El supuesto mitreo está precedido por un pronaos cuya misión sería almacenar objetos del culto y servir de sala auxiliar. La pared del fondo tiene un ábside semicircular bien conservado, en el que se supone que habría estado el relieve o la escultura tauróctona. La ausencia total de materiales dificulta la adscripción religiosa, pero expresa el exquisito cuidado con el que el espacio se dejó vacío.</p>
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FC3.04.02. Supuesto mitreo en Tarragona.
<p>Con motivo de la edificación de la Casa del Mar, un edificio de servicios que se construyó a inicios de la década de los 80 del siglo pasado en la parte baja de Tarragona, en concreto en el carrer de Francesc Bastos, aparecieron restos que dieron pie a una intervención arqueológica. En las excavaciones, inéditas, se descubrieron una área funeraria y una cripta, que se añade a otras previamente documentadas en la zona. Alguien pensó que se trataba de un mitreo y así se difundió verbalmente la noticia, que nunca se ha recogido en ninguna publicación. Me indica amablemente el Dr. Josep Antón Remolà, a quien debo la información que poseo sobre este asunto, que estando aún accesible logró visitar esa cripta, en la que no vio nada que pudiera vincularla arquitectónicamente a un mitreo. Esos restos correspondían a una <i>domus </i>suburbial de Tarraco.</p>