Desde su primera publicación, el altarcillo ha sido puesto en relación con el culto de Mitra, aunque la propuesta no sea obvia. El toro de la cara frontal puede relacionarse con el de la tauroctonía antes de ser capturado por Mitra; sin embargo, hay muchas representaciones de toros sacrificales que no guardan relación con el mitraísmo. Las espigas pueden vincularse a la que surge del rabo del toro en el momento del sacrificio, pero no hay conjuntos de espigas aisladas en la iconografía mitraica. El árbol, interpretado como higuera, se relaciona con un episodio de la vida del dios, pero tampoco se encuentran representaciones de higueras entre los elementos simbólicos del dios. Por último, la vid se vincula al vino, supuesto sucedáneo de la sangre manante de la herida ocasionada por Mitra en el toro. Sin embargo, la conexión de la vid con Baco, señalada por Vermaseren (1), reorienta la interpretación a un objeto “mitraico-dionisíaco” (Beltrán - Rodríguez, 2004) perteneciente a un santuario de uso polivalente en el anfiteatro italicense. Aras similares a esta se localizan en el templo de Altbachal y también en Tréveris y Wiesbaden (GyB, 1950). Todos los argumentos para vincular este documento con el culto de Mitra son especulativos; a pesar de ello, Beltrán Fortes (2008, p. 264) no duda de que estos dos documentos procedentes de Italica bastan para admitir que en la localidad hubo culto a Mitra. En contra de la atribución mitraica está la ausencia de paralelos en la abundante iconografía concerniente a este culto. Hace bien Romero Mayorga en no considerarla necesariamente mitraica. Será necesaria la aparición de otros documentos para que podamos admitir la existencia de un espacio mitraico en el anfiteatro de Italica.